La mayoría de las trabajadoras
domésticas se mueve en la irregularidad
SUSANA
HIDALGO MADRID 04/11/2010
Magda, una mujer boliviana, opina así de por qué
hay hay tantas latinoamericanas que llegan a España para trabajar como
empleadas del hogar: "Porque en Madrid y Barcelona se utiliza más el
servicio de las mujeres, hay más labores de limpieza; además, cuidar a niños y
ancianos es más fácil para una mujer que para un hombre porque tenemos más
paciencia. Un varón no puede hacer esa labor". Su testimonio forma parte
de Mujeres migrantes andinas: Contexto, políticas y gestión migratoria, que
ayer hizo público la ONG Intermón Oxfam. Esta organización tiene un programa
concreto de ayuda a estas trabajadoras que se llama Abriendo Mundos.
Las mujeres inmigrantes que trabajan como empleadas
del hogar sufren una triple estigmatización: son mujeres, inmigrantes y encima
trabajan en un empleo que nadie quiere hacer. "Ellas han conseguido que
400.000 españolas dejen las labores domésticas y el cuidado de los hijos para
trabajar fuera de casa y son las que más remesas mandan a sus países de
origen", señaló ayer Gonzalo Fanjul, portavoz de Intermón Oxfam.
Estas trabajadoras, además, no están adscritas al
Régimen General de Trabajadores y así les pasa, por ejemplo, que hasta el día
29 no cobran la baja. Seis de cada diez, además, están en situación irregular y
el 70% son inmigrantes, según datos del Servicio Jesuita a Migrantes.
La estadística no cuadra. Hay 295.000 mujeres que
están dadas de alta en el régimen de la Seguridad Social como trabajadoras del
hogar. Sin embargo, según la Encuesta de Población Activa (EPA) 895.000 hogares
declaran que tienen a una empleada para estos trabajos. "Eso significa que
hay medio millón de mujeres que está trabajando en la economía
sumergida", denuncian en Intermón-Oxfam.
La peruana Donatilda Gamarra, que lleva seis años
en España, conoce bien lo que es soportar un trabajo a deshoras y mal pagado.
"Las empleadas del hogar nos sentimos culpables por dejar a los hijos en
nuestros países, ¿serán buenos hombres y mujeres? Son cosas que se nos quedan
en la cabeza", explicó. Luego, con la crisis, llegan además las excusas y
los recortes. "A una compañera su jefa le dijo que se había quedado en el
paro y que ya no la necesitaba. Al final negociaron que fuera sólo dos días a limpiar.
Hay que aceptarlo, porque sigue siendo trabajo", dice Donatilda. Y la
competencia desleal, que hace que los precios por una hora de limpieza estén
por los suelos.
Ellas aceptan cualquier cosa
porque por encima de todo está su familia. Como señaló Donatilda al recordar
las palabras de otra trabajadora del hogar: "Yo no me como ni un helado
porque todo es para mis tres hijos que están en Perú".
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