martes, 13 de outubro de 2009

El desfile


MIGUEL ÁNGEL AGUILAR 13/10/2009


Tenemos Constitución, tenemos bandera, tenemos himno y tenemos Fiesta Nacional. O sea, más de cien palabras, más de cien motivos, que diría Joaquín Sabina, para considerarnos casi un país. La bandera proviene de un concurso convocado por el rey Carlos III para distinguir mejor los buques de su Real Armada. Lástima que fuera tan tarde, porque los grandes momentos de nuestra historia desde la Reconquista, la gesta de los Almogávares, la del Gran Capitán en Italia, la del marqués de Spínola en Flandes o el descubrimiento y conquista de América se hicieron bajo las banderas del Rey Nuestro Señor o de sus dominios, sin referencia alguna a la rojigualda. El himno ha terminado siendo la antigua Marcha Real, a la que aquel músico, José de las Casas, en plena época de euforia nacionalista del general Franco, hizo algunos arreglos para inscribirlo a su nombre como propiedad privada en la Sociedad General de Autores, hasta que fue nacionalizado en 1997. La fecha de la Fiesta Nacional, el 12 de octubre, fue decidida también hace muy pocos años después de algunos titubeos.

Está claro que nada más apropiado para celebrar la Fiesta Nacional que un desfile militar. Pero aquí, entre nosotros, el desfile arrastraba una tradición conflictiva, que dividía a los españoles en vencedores y vencidos. Porque durante los casi 40 años de franquismo el desfile era el desfile de la victoria, iniciado con el aquel primero que tuvo lugar en Madrid el 10 de mayo de 1939, 40 días después del último parte de guerra del cuartel general del generalísimo, fechado en Burgos el 1 de abril anterior. Su texto rezaba así: "En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado". Daba cuenta de la terminación de la guerra pero significaba la continuación de la victoria a partir del que se llamaba tercer año triunfal. Para que llegara la paz y empezara la concordia tendríamos que esperar a la Constitución reconciliadora de 1978. (...)

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