Isabel Repiso, Público-6/10/09
Tras pasar casi un siglo en los depósitos, la pinacoteca completa el recorrido histórico del arte español con 176 obras distribuidas en 12 salas para mostrar a los pintores y los escultores que trabajaron entre Goya y Picasso.
Ha sido el eterno farolillo rojo del Prado. Unos cuadros que se fraguaron de espaldas a la corriente emergente de la época el impresionismo, y que en 1896 salieron del museo camino a distintos depósitos por problemas de espacio. Sonrojaba exhibirlos tras un Rubens o un Velázquez. La pintura española del siglo XIX ha tardado más de un siglo en hacerse un hueco dentro del Prado, "como si entre Goya y Picasso no hubiera sucedido nada", observó con sarcasmo Gabriele Finaldi, director adjunto de conservación del museo.
"Nunca hasta ahora se ha logrado un recorrido histórico completo", valoró Miguel Zugaza, director del Prado. "Esta incorporación supone el final de un destierro de más de un siglo y culmina un proceso de normalización", estimó José Luis Díez, jefe de conservación de la pintura del siglo XIX.
Una deuda que la pinacoteca empieza a saldar hoy, con la asignación de un espacio propio dentro de la colección permanente, compuesto por 12 nuevas salas que recuperan 176 obras (152 pinturas, 21 esculturas, dos acuarelas y una maqueta). Algunas de ellas, se exponen por primera vez, como El coracero francés, de José Madrazo; Penitentes en la Basílica inferior de Asís, de José Jiménez Aranda; Gran paisaje, de Francisco Domingo Marqués; y La niña María Figueroa vestida de menina, de Joaquín Sorolla.
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Ha sido el eterno farolillo rojo del Prado. Unos cuadros que se fraguaron de espaldas a la corriente emergente de la época el impresionismo, y que en 1896 salieron del museo camino a distintos depósitos por problemas de espacio. Sonrojaba exhibirlos tras un Rubens o un Velázquez. La pintura española del siglo XIX ha tardado más de un siglo en hacerse un hueco dentro del Prado, "como si entre Goya y Picasso no hubiera sucedido nada", observó con sarcasmo Gabriele Finaldi, director adjunto de conservación del museo.
"Nunca hasta ahora se ha logrado un recorrido histórico completo", valoró Miguel Zugaza, director del Prado. "Esta incorporación supone el final de un destierro de más de un siglo y culmina un proceso de normalización", estimó José Luis Díez, jefe de conservación de la pintura del siglo XIX.
Una deuda que la pinacoteca empieza a saldar hoy, con la asignación de un espacio propio dentro de la colección permanente, compuesto por 12 nuevas salas que recuperan 176 obras (152 pinturas, 21 esculturas, dos acuarelas y una maqueta). Algunas de ellas, se exponen por primera vez, como El coracero francés, de José Madrazo; Penitentes en la Basílica inferior de Asís, de José Jiménez Aranda; Gran paisaje, de Francisco Domingo Marqués; y La niña María Figueroa vestida de menina, de Joaquín Sorolla.
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