Ella sólo quería enseñar matemáticas, pero su voluntad de concordia, encarnada en su gladiolo blanco y su eterna sonrisa la han hecho entrar en la historia de Cuba
El movimiento de las Damas de Blanco surgió la primavera de 2003 como reacción a la detención por el Gobierno cubano de 75 opositores, luego condenados, algunos hasta a 20 años de prisión. Uno de ellos era Héctor Maseda, marido de Laura Pollán.
Según refería la propia Laura, hasta que cayó preso su marido, nunca se había interesado por la política. Era profesora de matemáticas. Junto a otras mujeres de presos, fundó el movimiento de las Damas de Blanco, del que se convirtió en alma. En su humilde casa de la calle Neptuno, en centro-Habana, organizaba coloquios y reuniones. Acogía a todas las mujeres de presos que viajaban a La Habana y recibía a cualquiera que quisiera visitarla.
Conocí a Laura Pollán en el verano de 2006. En aquella época, las relaciones de una buena parte de la posición cubana con el Gobierno español no eran buenas y el diálogo estaba prácticamente interrumpido. Ella fue una de las pocas personas - lo que le acarreó críticas importantes - que, más allá de las discrepancias, siempre mantuvo esos canales de comunicación abiertos.
Creía en el diálogo. "Yo no hablo de política, decía, sino de Derechos Humanos". Jamás le escuché una mala palabra contra nadie. "Mientras quede un sólo preso, yo seguiré marchando", decía sonriente. Todos los domingos, al salir de misa en la parroquia de Santa Rita, las Damas de Blanco marchaban, en silencio, con un gladiolo en la mano. El movimiento pasó por momentos difíciles que lo pusieron al borde de la desaparición. Pero Laura Pollán nunca dejo de encabezar aquella columna silenciosa que, en los momentos más difíciles, llegó a estar integrada únicamente por ella y sus fieles Berta Soler y Julita Núñez. Damas de Salamina.
Luego vino el premio Sajarov, los reconocimientos. El movimiento creció, y las marchas llegaron a ser muy numerosas, con gran cobertura de prensa y TV. Después de la muerte de Orlando Zapata, el propio Raúl Castro expresó su respeto por las Damas de Blanco.
Luego vino el diálogo que permitió la liberación de los presos. El de Laura Pollán es uno de los nombres que propiciaron ese acuerdo histórico. Hubo otros; el Cardenal Ortega, Raúl Castro, Fariñas, Moratinos... Pero estoy convencido de que sin la prudencia - no exenta de firmeza - de Laura Pollán aquel acuerdo no hubiese sido posible.
Ella sólo quería enseñar matemáticas, pero su voluntad de concordia, encarnada en su gladiolo blanco y su eterna sonrisa la han hecho entrar en la historia de Cuba.
Carles Pérez-Desoy Fages Consejero en la Embajada de España en La Habana de 2006 a 2010
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