mércores, 12 de outubro de 2011

Querido Líder. Vivir en Corea del Norte


CECILIA BALLESTEROS 08/10/2011
La megalomanía que afecta a la mayoría de los tiranos del mundo se ha trasladado a los medios de comunicación. Sabemos todo acerca de Kim Jong-il, el penúltimo de los dictadores comunistas: su obsesión por un programa nuclear en el que ha invertido los escasos recursos del país, su afición por el coñac, su fobia a viajar en avión, su gusto por las mujeres, el cine y las gafas excesivas. En cambio, como el llamado "reino ermitaño" es desde hace más de sesenta años uno de los regímenes más herméticos del planeta y tiene vetado el acceso a la prensa, no sabemos nada de sus súbditos, mejor dicho, de sus víctimas. Por ejemplo, que el derecho de pernada y el secuestro de bellas jóvenes norcoreanas para satisfacer los apetitos del excéntrico tirano de Pyongyang o Querido Líder es una costumbre habitual y heredada, como el cargo, de su padre Kim-il Sung, el Gran Líder.
Esas revelaciones y otras semejantes, pero sobre todo saber qué siente y piensa el pueblo norcoreano, el gran enigma desde la división de la península coreana en 1948, es lo que consigue Barbara Demick, corresponsal de Los Angeles Times en Seúl y ahora destinada en Pekín, en Querido Líder. Vivir en Corea del Norte, su primer libro traducido al castellano, con el que ganó el Premio Samuel Johnson de la BBC. Y como en el llamado "paraíso en la tierra" no existe la libertad de expresión ni la capacidad crítica, Demick recurre a los testimonios de unos cien exiliados en Corea del Sur, aunque luego destila seis historias ordinarias que, queda claro desde la primera línea, son todo menos corrientes. Los protagonistas son oriundos de la ciudad de Chongking, la tercera en importancia y antiguo bastión industrial, que la autora considera más representativa que el decorado de cartón/piedra de la capital, Pyongyang, destinado a ocultar la verdad de un Estado en el que sus habitantes ganan menos de un dólar mensual y en el que pasar hambre es un "deber patriótico" (la hambruna de los noventa se cobró más de un millón de vidas).
La historia más emotiva es la de dos jóvenes enamorados que, en medio de una realidad paranoica digna de Orwell, no se atreven a confesarse que quieren huir, una especie de Romeo y Julieta asiáticos porque pertenecen a dos castas diferentes. Ella, Mi- Ran, al estrato social más bajo (los beuhun: sangre contaminada por los pecados de los padres que se heredan) y él, Jung Sang, a la casta privilegiada. Ambos consiguen escapar y se reencuentran años después en Corea del Sur, pero nada es lo mismo. Ella, casada con un surcoreano, no sabe la suerte que han corrido sus dos hermanas, que podrían estar muertas o en uno de los muchos gulags existentes; mientras él, educado en una universidad de élite, se encuentra como miles de refugiados fuera de lugar en Seúl y cree que nunca volverá a ver a sus padres. Su historia representa el drama oculto de millones de personas en un país en el que los niños cantan en la escuela: "No tenemos nada que envidiar al mundo" (de ahí el título original en inglés, Nothing to envy) y nos revela más sobre la realidad que cualquier análisis sesudo sobre el programa nuclear norcoreano.

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