El Museo de Artes Decorativas muestra 300 piezas realizadas entre 1939 y 1975
ÁNGELES GARCÍA - Madrid - 27/10/2011
Un buen diseño es capaz de transmitir con una sola imagen una idea o una emoción. Los diseñadores españoles que optaron por esta forma de expresión artística entre 1939 y 1975 tuvieron que agudizar el ingenio estrujando hasta el límite su capacidad creativa. Pese a las dificultades y a la falta de estímulos económicos, el trabajo de estos pioneros fue brillante y con no mucho que envidiar a lo que entonces se hacía fuera. Los carteles cubistas de Ernest Moradell que recordaban que había que mantener limpia España, los famosos toros de Osborne de Manolo Prieto o los carteles de naftalina Polil de Josep Artigas son unos pocos ejemplo de la fecundidad creativa de aquellos años. El Museo Nacional de Artes Decorativas repasa en la exposición Grafistas. Diseño gráfico español 1939-1975 la contribución de estos artistas. Son 300 trabajos, escogidos por Emilio Gil (fundador de TAU Diseño y presidente de la Asociación Española de Profesionales de Diseño), que supusieron una manera innovadora de enfrentarse a la comunicación visual, sin dejar de lado la experimentación artística.
Para comprobar la radical transformación de la manera de trabajar entre estos pioneros y los profesionales actuales, la exposición reconstruye el taller de uno de los más importantes creativos de aquellos años, Manuel Otero. Una mesa ocupada con cuadernos tamaño folio está rodeada de bandejas y mesas ocupadas con objetos como reglas, escuadras, cartabones, lápices, pinceles, acuarelas témperas. Algunos, como el poeta y artista catalán, tenían a mano cuencos con letras y números y baldes con objetos diminutos con los que inspirarse.
Aclarado el tipo de materiales con los que trabajaban, la exposición hace un barrido por las campañas institucionales y encargos privados que recibían: publicidad en diarios y revistas, calendarios, sellos de correos, material gráfico de productos farmacéuticos y de limpieza.
La línea del tiempo
Las salas de dos plantas del edificio están ocupados por lo que el comisario llama "la línea del tiempo" y que consiste en un recorrido cronológico por los principales diseños que se fueron realizando a lo largo de los años que abarca la muestra. Junto a las creaciones nacionales, se insertan imágenes de lo que entonces se realizaba fuera de las fronteras españolas. En estas acotaciones se puede apreciar que los medios económicos de los diseñadores extranjeros eran mucho más abundantes y que salvo por los guiños con connotaciones sexuales, las diferencias temáticas no eran tantas. A falta de sexo, los españoles (catalanes y madrileños en su mayor parte) optaban por el humor: El cartel del anuncio para los insecticidas de Cruz Verde, El Catacrok, es una buena prueba de ello.
Los carteles de cine, portadas de libros y discos o las campañas turísticas aconsejando visitar España o celebrar "los 25 años de paz", resumen a la perfección la forma de entender el diseño de estos pioneros.
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