xoves, 6 de outubro de 2011

Poder negro en ­la España blanca

El escritor Langston Hughes y el brigadista James Yates rememoran la experiencia afroamericana en la Guerra Civil  
CARLOS PRIETO MADRID 02/10/2011
El escritor afroamericano Langston Hughes (Misuri, 1902-Nueva York, 1967) fue nombrado poeta de su clase cuando era un niño. Suena bien, sí, pero para él no era más que otra muestra de los prejuicios raciales que dominaban EEUU a principios del siglo XX. "Fui una víctima del estereotipo; solamente había dos chicos negros en la clase, y el profesor de Inglés siempre estaba remarcando la importancia que tenía el ritmo en la poesía. Bien, todo el mundo sabe (menos nosotros) que todos los negros tienen un gran sentido del ritmo, así que me hicieron poeta de la clase", contó una vez. A Hughes no se la daban con queso. Su vida giró en torno a la lucha contra los prejuicios raciales y por los derechos civiles. Esa cruzada militante le llevó de las trincheras políticas y culturales del Harlem de los años veinte a la guerra de España. A él y a otros negros.

La Biblioteca Afroamericana de Madrid (BAAM), apuesta editorial de La Oficina de Arte y Ediciones dirigida por la fotógrafa Mireia Sentís y el poeta José Luis Gallero, arranca estos días con una doble apuesta: Escritos sobre España, crónicas de la Guerra Civil de Langston Hughes, corresponsal en el conflicto de varios periódicos afroamericanos, y De Misisipi a Madrid. Memorias de un afroamericano de la Brigada Lincoln, de James Yates, uno de los cien brigadistas negros llegados de EEUU para combatir al fascismo.
Escritos sobre España reúne por vez primera la obra periodística, poética y memorialista de Hughes sobre el conflicto español. "Los poemas que también dedicó a la contienda ponen de manifiesto una agresividad de la que están exentos sus escritos en prosa. Mientras la poesía dirige el grito y la queja a quienes han llevado a España a la lucha armada, la prosa no hace sino dar voz a las víctimas, por las que siente una absoluta empatía", analiza la traductora Maribel Cruzado en el prólogo del libro.
Hughes, que tradujo a García Lorca durante su paso por la guerra, era un intelectual de combate. "En tiempo de guerra ¿qué pueden hacer los escritores y los artistas que resulte útil, entretenido y hermoso? He aquí algunas cosas que hizo y hace la Alianza de Intelectuales Antifascistas. Al principio de la guerra marcharon a las trincheras para explicarles a los soldados el significado básico de esta Guerra Civil, así como el motivo por el que un grupo de industriales y militares había decidido alzarse contra la mayoría de votantes españoles", explicó Hughes en un discurso radiofónico emitido en Madrid en septiembre de 1937.
Hughes creía que los intelectuales tenían que estar en la primera línea del frente: "El poeta Federico García Lorca fue ejecutado en territorio nacional, en Granada. Y en la reciente batalla de Brunete, a esa excelente fotógrafa, Gerda Taro, la mató un tanque en el frente mientras hacía fotos de los soldados del Ejército Popular. Estos artistas y escritores no eran de la escuela de la torre de marfil. De hecho, les habría sido imposible estar en una torre de marfil en Madrid. Los cañones fascistas la habrían hecho pedazos".
El escritor llevó a España sus preocupaciones sobre la cuestión negra. Y encontró ejemplos a ambos lados de la trinchera. Por un lado, los brigadistas afroamericanos que cruzan el océano porque "saben que si el fascismo sigue avanzando por España y luego por todo el mundo no quedará ni un solo lugar para los jóvenes negros puesto que el fascismo predica el credo de la supremacía nórdica y un mundo sólo para blancos", escribió en 1937. Por el otro, lo que Hughes denominó "los moros engañados": "Un pueblo colonial de color oprimido" y "utilizado por el fascismo implacablemente" para "aplastar al pueblo español".
Negros y medio negros enfrentados en una guerra de blancos. Una visión racial. "Sabía que España había pertenecido a los moros, un pueblo de color que iba del negro claro al blanco oscuro. Ahora los moros han vuelto a España con los ejércitos fascistas como carne de cañón de Franco", escribió en el periódico The Afro-American en octubre de 1937. Hughes se apiadó, por tanto, de las fuerzas moras de choque. "Como suele ocurrir con las tropas de color al servicio de los imperialistas blancos, a los moros los pusieron en las líneas del frente de la ofensiva franquista en España, y cayeron como moscas. Solían pagarles con marcos alemanes sin valor alguno que les aseguraban podrían gastar sin problemas cuando regresasen a África. Pero la mayor parte de los moros no vivió lo suficiente para volver a África", se lee en Escritos sobre España.
Un brigadista en armas
James Yates (1906-1993), que describe en su libro su peripecia vital desde su Misisipi natal hasta las trincheras españolas, también analizó la presencia de afroamericanos en el frente. Rostros conocidos de las luchas por los derechos civiles en EEUU, como explica Mireia Sentís en la introducción de De Misisipi a Madrid: "Casi todos los brigadistas negros que viajaron a España habían coincidido en las mismas protestas obreras, escuchado a los mismos oradores e incluso compartido la experiencia de la Gran Migración", producida entre 1910 y 1930, cuando la industria del algodón de los estados del sur se vino abajo y miles de afroamericanos emigraron a las boyantes ciudades industriales del norte de EEUU en busca de trabajo. Allí obtuvieron trabajos y ganaron autonomía económica y conciencia política.
"Los parques de todas las urbes del norte de EEUU son escenarios de encendidos mítines. Yates forja en ellos su educación política, escuchando a oradores cuyo único estrado es una caja de madera. Para cuando se desencadena la Gran Depresión, Yates tiene conciencia de sus derechos y se siente atraído por el Partido Comunista, que insiste en las raíces comunes de la pobreza y el racismo, y aboga por la unidad internacional frente a la explotación", dice Sentís.
Yates saltó de Chicago a Nueva York, donde vivió como indigente hasta que fue rescatado por la pujante militancia de Harlem, y de ahí a España, donde la lucha contra el fascismo provocó avances inéditos en los derechos de los negros: Oliver Law fue el primer afroamericano al mando de una unidad militar (Lincoln) en la historia norteamericana (el ejército de EEUU no abolió la segregación hasta 1950).
Yates se alistó en la Brigada Lincoln, la primera no segregada de la historia. En el frente conoció a Ernest Hemingway, en un episodio que Sentís subraya en estos términos: "Son reveladoras las líneas que relatan el encuentro con Hemingway y otros dos periodistas, mientras Yates cumplía su función habitual de chófer. Durante el trayecto, los tres corresponsales conversan entre sí sobre la guerra, sin que en ningún momento consulten la opinión del único involucrado directamente en ella".
El regreso a EEUU fue duro. Acosados por el FBI y con problemas para encontrar empleo, los brigadistas se buscaron la vida como pudieron. Con todo, mereció la pena, como contó Ray Durem en Take no prisoners, memorias de su paso por España donde se menciona a Yates. "No cabe duda de que la Guerra Civil resultó dura, pero al mismo tiempo enriquecedora y hasta liberadora para quienes participaron en ella, sobre todo aquellos que por primera vez se sintieron libres, pues el color de su piel no implicaba un trato diferente. Yates lo resume con precisión cuando describe su encuentro con Walter Garland, ascendido a teniente en la fallida ofensiva de Brunete. En Nueva York siempre tenía el ceño fruncido, como si estuviera absorto en alguna profunda confusión interior. Pocas veces sonreía. Pero, ahora, su cara y sus ojos brillaban alegres. Ya no parecía el Walter Garland tenso y taciturno que conocí. Era un hombre nuevo".

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