Cuatro supervivientes relatan, en el 75 aniversario de la creación de las Brigadas Internacionales, su derrota en la Guerra Civil y la revancha en la II Guerra Mundial
NATALIA JUNQUERA - Madrid - 24/10/2011
Tenían menos de 20 años cuando dejaron su país y su familia para venir a jugarse la vida en España, a defender un Gobierno que no era el suyo pero cuyos ideales compartían: la República. En su día, llegaron a ser 35.000 -entre ellos, escritores como George Orwell y políticos como Willy Brandt-, procedentes de 55 países. Cerca de 9.000 murieron o cayeron prisioneros. Hoy quedan pocos vivos, pero cuatro de ellos han venido a España para participar en las jornadas-homenaje que ha organizado la Asociación de Amigos de las Brigadas Internacionales en el 75 aniversario de su creación por decreto, firmado por el entonces presidente de la República, Francisco Largo Caballero. EL PAÍS ha hablado con ellos, supervivientes de la Guerra Civil, de la segunda Guerra Mundial y del paso del tiempo.
"Yo tenía 17 años y pensé que tenía que hacer algo. No quería quedarme parado mientras veía al fascismo ganar en España. El día que cumplí los 18 me fui. No le dije nada a mi madre, porque nunca me hubiese dejado, y tuve muchos remordimientos por lo mal que lo pasó, aunque después decía que estaba muy orgullosa y me convertí en su favorito. Y éramoc ocho hermanos", relata David Lomon, británico, a un mes de cumplir los 93 años. "Pero no me arrepiento de haber venido a defender a aquel Gobierno democráticamente elegido. Lo volvería a hacer mil veces".
Lomon vino pensando que ganarían. "Éramos los buenos", dice con una sonrisa. No tardó en darse cuenta de que no iba a ser tan fácil. "Cuando llegué a España no conocía la magnitud del apoyo que los italianos y alemanes estaban dando a Franco. No esperaba eso. Tampoco esperaba que estaríamos tan solos. A los republicanos no les apoyaba nadie, solo voluntarios".
A Lomon le indignó oír que "comunistas y anarquistas estaban combatiendo entre ellos durante la guerra", pero cuando realmente se dio cuenta de la debilidad de su bando fue durante el breve entrenamiento que realizó antes de incoporarse al frente. "Fue terrible. De armas, teníamos las sobras de los rusos y de la I Guerra Mundial. Se atascaban. Eran muy delicadas. No les sentaba bien ni el calor, ni el frío". No ha olvidado el día que le pusieron delante la ametralladora Maxim. "Nunca había visto un arma hasta entonces".
Lo mejor de su paso por España fue conocer a los republicanos, cuenta. "Me fascinó ver a gente tan pobre y a la vez tan orgullosa". Se echó una novia española durante la guerra, pero duró poco. "Recuerdo que un día, la invité al cine, ¡y se plantó allí con toda su familia!", ríe a carcajadas.
No llegó a participar en grandes combates - "solo escaramuzas"- pero estuvo a punto de morir. Una bomba le dejó inconsciente durante no sabe cuánto tiempo. Cuando se despertó estaba en un campo de prisioneros. "Me habían capturado los italianos. Casi todos éramos extranjeros. De hecho, mientras estuve allí, la Gestapo vino a ver qué alemanes apoyaban a los españoles. Fue algo espantoso. Cuando te meten en un sitio así es como si te apartaran del mundo. Salí libre en un intercambio de prisioneros: me cambiaron por algún italiano".
Durante la entrevista, enseña orgulloso el pasaporte español que ha obtenido gracias a la ley de memoria histórica, que concedió la nacionalidad española a los brigadistas internacionales. Perder la guerra en España fue "un golpe muy duro", pero asegura que le sirvió de "inspiración" para, al regresar al Reino Unido, ingresar en el Ejército, "para luchar después contra Hitler. Esa guerra sí la ganamos".
El estonio Erik Ellmann, de 92 años, parecía incómodo con los aplausos que recibió en el homenaje. "No los merezco. Yo era un niño. Tenía 19 años y solo participé en el final de la guerra. Hice lo mejor que pude con el arma que me dieron: una de 1896", dijo.
Hijo de un matrimonio pobre, Ellman recuerda que el Gobierno de su país "hizo una ley por la que castigaba a 10 años de trabajos forzosos a quienes ayudaran a los españoles". Decidió arriesgarse. "Mis ideales y los de mis padres eran los mismos que los de la República". Estuvo en la batalla del Ebro y guarda un enorme remordimiento. "Íbamos de avanzadilla y teníamos que avisar si veíamos avanzar a los franquistas. Nos fuimos a descansar y avanzaron. No sabemos qué pasó con los que venían detrás de nosotros".
Los hermanos José Eduardo y Vicente Almudéver Mateu, de 92 y 94 años respectivamente, nacidos en Francia pero de padres españoles, tampoco han olvidado. "¡Fuimos al frente sin balas!", asegura José. "A cinco kilómetros había una columna del PCE y me dieron cinco. Después el coronel nos dio otras cinco. ¡Diez balas para una guerra!". El 25 de mayo de 1938, cayó herido en combate. "Al darme el alta, me mandaron a casa, pero volví. Terminé en el puerto de Alicante. Fue terrible lo que pasó allí".
En aquel puerto, 20.000 republicanos, ya perdedores de la Guerra Civil, esperaban en abril de 1939, la llegada de unos barcos extranjeros que nunca llegaron para huir de Franco. Cuando al entrar las tropas italianas quedó claro que no había escapatoria, muchos optaron por suicidarse. "Recuerdo a una mujer embarazada, echada en el suelo, y a un hombre que se afeitaba con una navaja a su lado. Oí un grito terrible. Cuando volví a mirar, el hombre se había degollado y la mujer lo había visto todo", recuerda José, quien salió de aquel puerto directo al campo de concentración de Los Almendros tras haber tirado al mar su carné de la Brigada.
Vicente estuvo en el frente de Guadalajara y en la batalla del Jarama. También en Madrid. "Pese a haber perdido, de lo que más orgulloso estoy en mi vida es de haber luchado en la Guerra Civil con la República", asegura. Como sus compañeros, también luchó después en la segunda Guerra Mundial.
José Carrillo, hijo del exdirigente del PCE, Santiago Carrillo, y actual rector de la Universidad Complutense de Madrid, donde se acaba de levantar un monumento a los brigadistas, afirma: "No recuerdo un ejemplo de solidaridad internacional como la participación de los 35.000 brigadistas que vinieron a España a defender la legalidad de la República, y el de los propios españoles, que intentaron devolver el favor en la II Guerra Mundial incorporándose a la resistencia contra los nazis. Son un ejemplo, no un invento de Stalin, como dice el nostálgico que ha presentado una denuncia contra el monumento y que me acusa de hacer política. La ciudad universitaria fue testigo. Aquí combatieron muchos brigadistas y en los edificios más antiguos todavía se pueden ver agujeros de bala".
Pese a la denuncia, el monumento se inauguró el sábado. Son dos grandes placas de acero en las que se lee una frase de Dolores Ibárruri: "Sois la historia, sois la leyenda. Sois el Ejército heroico de la solidaridad y de la universalidad de la democracia".
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