domingo, 2 de outubro de 2011

"Sólo después del Holocausto comprendimos a Goya"


El filósofo Tzvetan Todorov recupera la figura del pintor como uno de los grandes pensadores de la humanidad
PEIO H. RIAÑO MADRID 29/09/2011
Goya (1746-1828) descubrió que el mal no era cosa sólo de la ignorancia mientras Napoleón trataba de colocar en el trono español a su hermano José Bonaparte a golpe de cañón y escopeta. Antes había iluminado la hipocresía en los Caprichos. Pero su acidez luminosa termina de afinarse tras la Guerra de la independencia española (1808-1814) y las barbaridades que conoció. Con los Desastres, el pintor de Fuendetodos destila su ingenio más crudo y desnudo, para atacar una invasión en nombre de la democracia. Goya destapó la coartada del mal disfrazada de libertad. "La historia vuelve a repetirse en Irak o Libia", asegura Todorov.
Ese descubrimiento, el de la maldad inherente, terminaría siendo "mucho más subversivo que la sátira superficial, ya que hace temblar los fundamentos de todo orden establecido", como apunta el filósofo Tzvetan Todorov (Bulgaria, 1939), en el ensayo Goya. A la sombra de las luces (publicado por Galaxia Gutenberg/Círculo de lectores). El premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales de 2008 se refiere al distanciamiento radical que el pintor sufre con la Ilustración, una vez conoce la barbarie. Sean cuales sean los ideales que se defienden, no impiden que se mate y torture.
"Entonces, se acabaron aquellos tiempos en los que Goya sufría de forma pasiva la influencia de sus amigos ilustrados, unos tiempos que Ortega y Gasset imaginaba así: Goya les oye hablar. Inculto y de mente lenta, no entiende muy bien lo que oye", cuenta Todorov al subrayar el descrédito de la imagen de Goya, al que tanto contribuyó a principios de siglo pasado el autor de España invertebrada. A pesar de que ya para sus primeros biógrafos el pintor "mezcla ideas con sus colores" (escribió Laurent Matheron, en 1858), se adquirió la costumbre de "contemplar con cierta condescendencia la aportación filosófica de este autodidacta, cuya mentalidad Ortega y Gasset describía como bastante similar a la de un obrero".
Vista cansada
Cuanto más sorprende el trabajo de Goya, más se rebela la propia ignorancia del que mira. Cuanto más se desprecia la obra del pintor aragonés, más se descubre el ridículo de uno. Para Todorov, el giro formalista que dio la Historia del Arte el siglo pasado, anuló la importancia de la interpretación ideológica de lo representado y favoreció el simple análisis del objeto. Así es como un artista se convierte en un decorador, a su pesar.
Y sin embargo, Goya ha sobrevivido a esa imagen (al menos, fuera de España). "Goya fue un pensador tan importante como Goethe, Dostoievski. El motivo por el que no le vemos como un pensador no está en él, está en nosotros", suelta rotundo en su fluido francés.
Las Pinturas negras, de la Quinta del Sordo, protegidas, valoradas y adquiridas por el barón francés Émile d'Erlanger, en 1873, son la base del estudio de Todorov, junto a las series de grabados mencionadas. El autor de La experiencia totalitaria se imagina al pintor atrincherado en la Quinta, "como los escritores soviéticos que escondían sus trabajos para protegerse".
"Quizás al espectador de la época le era más difícil aceptar las visiones de Goya, pero poco después Baudelaire comprendió que no dibujaba sólo fantasmas y brujas. Goya revela lo que la humanidad ignora de sí misma, lo que no quiere ver", explica el filósofo a Público.
"Goya es un genio porque supo ver más allá de las premisas ilustradas, que se asentaron en el siglo XIX. Por eso hoy parece que hable con nosotros. Fíjese en Treblinka y en el dibujo Camino del infierno, de los Caprichos. Veo en él una imagen premonitoria de lo que imaginamos de los campos de exterminio. Los horrores de los totalitarismos nos enseñaron que era un pintor realista y no fantasmagórico. Sólo después del Holocausto entendimos a Goya", explica grave Todorov.
El filósofo lanza un alegato a la pintura como una faceta más de la historia del pensamiento. "No es solamente colores", dice, y señala a Goya a la misma altura de Kant y Hegel, "pero con pintura". "Goya pertenece a los que se interesan por las sombras, no sólo por las luces. Comprendió que jamás se erradicarían las raíces del mal. Por eso supo mostrar y analizar, como nadie antes que él, la naturaleza de la violencia humana", concluye.
La evolución del conocimiento pictórico que se pone de manifiesto en la obra de Goya "nada tiene de fortuito". "La imagen siempre es reflexión sobre el mundo y los hombres. Tanto si es consciente de ello como si no, un gran artista es un pensador de primera magnitud", resume. Goya, que "dibuja lo que ve, no lo que es", desmontó los pretextos de quienes se negaban a la evidencia: las torturas no son obra de los demonios, son faenas del hombre.

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