El escritor Andrea Molesini narra en 'Entre enemigos' la incómoda cohabitación entre los ocupantes austriacos y los italianos invadidos durante la Primera Guerra Mundial
TOMMASO KOCH - Madrid - 29/09/2011
Caporetto es un municipio de unos 4.000 habitantes en la Eslovenia occidental. Para todo italiano ese nombre arrastra además el eco de una de las mayores tragedias de la historia nacional. Allí se derrumbó en 1917 la resistencia del ejército de Italia, despedazada por los golpes letales de los austriacos en la Primera Guerra Mundial. Y la expresión "es una [batalla como] Caporetto" todavía suena a quintaesencia del fracaso en la península itálica. Los Habsburgo penetraron más allá de los Alpes y ocuparon el noreste del país, lo que obligó a los que allí residían a una incómoda convivencia con los soldados enemigos. En esa gran tela, el pincel del escritor veneciano Andrea Molesini ha dibujado la mansión Villa Spada, cuyo día a día entre la familia que la habita y los oficiales austriacos que la ocupan narra en Entre enemigos (Lumen), que se publica ahora en España.
"Esta novela me atormentaba desde 2005", asegura Molesini, ganador hace pocas semanas del prestigioso Premio Campiello a la mejor novela italiana del año. En concreto, desde que en su casa y sin que el escritor pueda recordar cómo, apareció un diario de la hermana de su abuelo, María Spada. Tacaña hasta la médula, la mujer escribía que no quiso abandonar su villa tras la llegada de los austriacos por miedo a que le robaran todo. El vaso de Entre enemigos ya tenía su primera gota. Molesini empezó a llenarlo con un coloreado cóctel de protagonistas: "Prefiero las novelas donde los personajes cuentan más que la trama. A la hora de escribir priman tus emociones y las de los protagonistas. La historia llega después".
La trama también se asoma después de unos capítulos. Es lo que se tarda en empezar a apreciar la relación con tintes de síndrome de Estocolmo entre ocupados y ocupantes. "En el fondo, las familias y los oficiales extranjeros no tenían muchas diferencias culturales; se parecían más entre ellos que los señores con sus granjeros", cuenta el autor. Para acabar Entre enemigos, Molesini también se sumergió entre cartas, documentos, fotografías, museos de la época y un paréntesis por el polígono de tiro. "Fui para probar lo que sentiría Paolo [el joven huérfano narrador de la obra] al apuntar con una pistola", cuenta. A fuerza de remezclar ideas y experiencias, el italiano por fin volcó sobre 326 páginas una copa peculiar: "Se ha escrito mucho en Italia sobre la Primera Guerra Mundial, pero nunca de los territorios ocupados y de la vida allí".
Molesini asegura que la novela no es autobiográfica, pero lo cierto es que la vida mezclada que cuenta en el libro es también la clave de bóveda de su propia existencia. Autor de poesías y cuentos infantiles, traductor de Ezra Pound y de William Faulkner, profesor de literatura italiana, Molesini creció entre los canales de una ciudad que anula las diferencias sociales: "En Venecia el más noble habla con el más pobre. Tal vez porque no hay coches y pasamos tanto tiempo caminando". Las callejuelas de su ciudad le enseñaron al joven Molesini también la lentitud; otra asignatura la aprendió del que define como "el libro de los libros": "Leí La Odisea con 11 años. Cuando Ulises en el infierno le pregunta a Aquiles si se alegra de que allí le sigan venerando, este contesta que preferiría ser el último de los aprendices con tal de estar vivo. Hay un agarre a la vida que el cristianismo y la creencia en el paraíso en parte han arruinado".
El año del hambre
A sus últimas fuerzas se agarraron los italianos que resistieron tras el fracaso de Caporetto. "Miles de personas murieron. La gente se comía hasta las ratas y a 1918 se le sigue llamando el año del hambre", afirma el autor. Nada comparable con la Italia de hoy, aunque quizás sí haya un aspecto parecido. Entonces, "un rey enano [el soberano Vittorio Emanuele era bajísimo] estaba llevando el país a la deriva", escribe en su web Molesini. Un destino y un protagonista que sugieren comparaciones inquietantes con la actualidad berlusconiana. "Bueno, sí. Supongo que es casual", se ríe el veneciano. Bastante menos gracia le hace la actitud del actual Gobierno hacia la cultura, ya sea humanística o científica: "Nunca un ejecutivo ha sido tan indiferente. Les da exactamente igual".
Uno de los autores favoritos de Molesini, Tomasi di Lampedusa, hablaba en El Gatopardo de "cambiar todo para que nada cambie". Hoy en día, sin embargo, hay un tren que, según el italiano, ya corre demasiado rápido como para pararlo. "El tema de ser huéspedes en casa propia que trato en la novela es una metáfora del mundo occidental. Estamos invitados a un destino que no hemos escogido. Nos gustaba ser un club de naciones ricas que establecía las reglas: ahora culturas y países ajenos nos han derrocado y no estamos acostumbrados". Por lo menos, no es una Caporetto.
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