Un museo de Berlín expone las fotografías de Harald Schmitt, que retrató la caída del socialismo
GUILLEM SANS MORA - Público- 12/10/2009
Alexander Dubcek, el héroe de la primavera de Praga, mira al público desenfocado mientras Václav Havel, nítido a su lado, acaba de oír algo que le llama mucho la atención. El escritor se lleva la mano a la oreja y pone cara de incrédulo. ¿Ha oído bien? El jefe del Partido Comunista acaba de dimitir, le sopla alguien desde un lateral de la sala, donde el opositor Foro Ciudadano celebra una asamblea. En la siguiente foto, Havel levanta una copa y brinda por el fin del comunismo. En esos pocos segundos, Havel pasó de disidente perseguido a candidato firme a la presidencia de un país democrático, objetivo que alcanzaría un mes y cuatro días más tarde. Era el 24 de noviembre de 1989, y Harald Schmitt estuvo allí para congelar ese momento para la Historia.
El fotógrafo Schmitt, ganador de seis premios World Press Photo, estuvo acreditado para la revista Stern en Berlín Este entre 1977 y 1983. Ahora, una exposición en la sala Martin-Gropius-Bau de Berlín muestra hasta el 13 de diciembre las mejores instantáneas de este cronista gráfico del hundimiento del socialismo de Estado en la República Democrática Alemana (RDA), Checoslovaquia, Polonia, Letonia, Lituania, Rusia y China.
"Siempre que volvía de Checoslovaquia, sentía un gran alivio al pasar la frontera y encontrarme en RDA. Tenía la impresión de que aún no se había recuperado de la sangrienta represión de 1968. En ningún otro país del bloque del este me pareció más fuerte el recelo contra todo lo disconforme y más dura la represión", explica a Público Schmitt, de 61 años.
Las mejores fotografías se Schmitt surgieron por casualidad. En Pekín, en mayo de 1989, llegó a China para hacer un reportaje sobre directores de cine. "Estaba en Shangai, y me llegó la noticia de la represión en la plaza de Tiananmen. Cogí el avión de las seis de la mañana y me planté allí. El taxista se negó a llevarme hasta la plaza. No paraba de decir bum, bum, bum para darme a entender lo que estaba pasando", cuenta.
Schmitt estremeció en blanco y negro con imágenes de estudiantes que transportaban en bicicleta a heridos graves. Después del tiroteo, las autoridades prohibieron el paso a las ambulancias mientras los tanques se acercaban a la plaza.
Fotografías robadas
En Berlín Este, Schmitt conoció a su mujer Annette, quien siempre le decía que en el fondo él era un ossi (un alemán del Este). El fotógrafo espera no haber cultivado con sus fotos los tópicos sobre la Alemania oriental que siguen molestando hoy a muchos ciudadanos de la extinta república.
Lo que muestra Schmitt es lo que había: la parafernalia propagandista de los desfiles, un enorme cartel que asegura frente a un hospital que "el socialismo es la mejor profilaxis" y un capitoste comunista, Erich Honecker, al que acompañó en sus mesiánicas giras por el África socialista.
En Berlín, el azar volvió a estar de su lado. Schmitt, que fue espiado por la Stasi, hizo la primera foto difundida en el oeste de Markus Wolf, el jefe de todos los espías de RDA. Wolf sostiene un ramo de flores en el entierro de su hermano Konrad, director de cine, en el cementerio de Friedrichsfelde, al lado de las tumbas de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg. El legendario Wolf era hasta entonces "el hombre sin cara".
Para Schmitt, Wolf fue también "el hombre del brazo largo", porque los negativos de las fotos desaparecieron del archivo de Stern en Hamburgo. Hasta entonces, la revista había publicado tres. "No descarto que los negativos estén en algún archivo. ¿Pero en cuál?", se pregunta Schmitt. Cree que morirá sin saberlo.
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