martes, 6 de outubro de 2009

Libertad y muerte de Ferrer i Guardia


Público, 5-10-09

El 31 de mayo de 1906, el anarquista Mateo Morral lanzó una bomba desde un balcón de la calle Mayor de Madrid al paso del cortejo real, que regresaba a palacio una vez celebrada la boda de Alfonso XIII
y Victoria Eugenia de Battenberg en la iglesia de los Jerónimos. El atentado no consiguió su objetivo, al tropezar el artefacto con el tendido del tranvía, y los reyes salieron ilesos de la potente deflagración, pero murieron 23 personas, entre militares y civiles, y más de un centenar resultaron heridas como consecuencia de aquel regicidio frustrado. Pocos días más tarde, el autor del atentado se suicidaba cerca de Torrejón de Ardoz después de matar a quien lo había detenido.
La anómala muerte de Morral acabaría por dejarlo ante la historia como único ejecutor y responsable del hecho, sin trama o complot que lo respaldara en su proyecto y realización. Sí figuró como presunto instigador en un principio, entre los varios encausados que fueron condenados como encubridores, Francesc Ferrer i Guàrdia, el pedagogo racionalista fundador de la Escuela Moderna, centro en el que Mateo Morral había sido bibliotecario. Absuelto Ferrer, la sentencia que lo dejó en libertad bajo fianza hizo constar “las ideas disolventes y anarquistas del procesado, sin que fueran motivo legal suficiente para entender que tuvo que ser partícipe en el delito cometido por su amigo y cooperador Mateo Morral”. Una gran campaña mediática europea defendió entonces la inocencia del maestro anarquista, defensor de una enseñanza libre y racional frente a la España autoritaria y dogmática, sin que esa campaña pudiera erradicar la creencia entre buena parte de la ciudadanía, tal como sostienen hoy muchos historiadores, de que Ferrer i Guàrdia pudo haber intervenido de alguna forma en aquel atentado.
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