A los griegos no les ha hecho mucha gracia la idea propuesta por dos parlamentarios alemanes para salir de la crisis. Los señores diputados Josef Schlarmann y Frank Schäffler, de la coalición de centro-derecha de Angela Merkel, sugirieron al diario sensacionalista Bild que, en lugar de recibir ayuda financiera de los alemanes, los griegos podrían vender algunas de las casi 6.000 islas deshabitadas que poseen. "¡Vendan sus islas, griegos quebrados! Y la Acrópolis también", tituló el diario Bild. "No, no creo que sea gracioso y tampoco que fuese una broma. Es absurdo", contestó ayer el ministro de Turismo griego, Pavlos Geroulanos.
Deshacerse del territorio para sacar dinero ha sido algo habitual en el pasado; nunca muy buena idea. La historia ha enseñado a los gobernantes que el islote que hoy pasa por ser un terreno estéril puede convertirse en el futuro en una fuente de inagotables recursos o en un destino turístico donde destrozar la tarjeta de crédito. Los descendientes tienen además la costumbre de recordar cómo se malvendió parte de la patria. La mayoría de las veces, el negocio resultó ser una ruina.
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