Manuel atiende el móvil a bordo de una barca, en medio del río. Acaba de picar un reo, y resulta que habla tanto que mientras él relata los avatares de Sócrates en Tui su compañero le toma la delantera y pesca no se sabe cuántas truchas. Manuel Vázquez de la Cruz está en el Miño, con la ciudad al fondo, en lo alto, y cuenta que debajo de esas aguas siguen estando, desde julio de 1936, tanto el pedestal de sillares como la cabeza de piedra del filósofo griego que habían tallado Benito Prieto Coussent y sus alumnos de dibujo y modelado en el instituto de segunda enseñanza.
La inauguración, con autoridades provinciales y crónicas floridas en la prensa, tuvo lugar el 3 de mayo de aquel año, y en cuanto estalló la guerra los falangistas del pueblo se apresuraron a decapitar la escultura, de unos 700 kilos, embadurnarla de alquitrán y arrojarla al río. Después, según el pescador, los mismos u otros se ensañaron con el enorme busto de Valle Inclán que había sido instalado en Pontevedra, también obra de Prieto Coussent y sus estudiantes. Lo arrastraron por las calles de la ciudad y terminaron llevándolo hasta A Curota (A Pobra do Caramiñal), donde lo dejaron abandonado.
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