IÑIGO LÓPEZ PALACIOS - Madrid
En 1973, la ciudad de Nueva York gastaba 10 millones de dólares en limpiar las pintadas de las paredes. Ese año, el alcalde John Lindsay anunció que, a pesar de los grandes esfuerzos de la ciudad, el 63% de los vagones, el 46% de los autobuses y el 50% de los edificios estaban "muy desfigurados por los grafitis".
En 1972, el fotógrafo neoyorquino Jon Naar decidió documentar gráficamente la eclosión de estas pintadas en Nueva York y se sumergió en las paradas de metro de Harlem a buscar a los autores, críos de 12 o 13 años, y su obra. Después presentó el trabajo al escritor y crítico Norman Mailer, que le cambió el título y escribió la introducción. En 1974, el ensayo ilustrado La fe del grafiti se ponía a la venta equiparando por primera vez el grafiti -hasta entonces, un mero acto vandálico- con una demostración artística.
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