JESÚS RUIZ MANTILLA - Madrid
A Heinrich Himmler le gustaba predicar con el ejemplo. Si para pertenecer a las SS su responsable exigía que ni una sola gota de sangre no aria se hubiera mezclado en el pasado de sus miembros al menos durante cinco generaciones, él, que fue cerebro del genocidio, no iba a ser menos. Por eso se fabricó un impecable informe genealógico en el que demostraba a través de 350 antepasados su pureza a lo largo de cuatro siglos.
El documento está a disposición de los historiadores en la sede de la Fundación José María Castañé, en Madrid, dedicada al estudio de los conflictos que han asolado el siglo XX. En él se pueden apreciar cosas escalofriantes. La obsesión maniaca por la pureza parece muchas veces atributo de los débiles y los acomplejados. Himmler lo era. Además, debía hacer alarde de esa teórica pulcritud cuando decidió crear, con el aplauso de Hitler, la Sociedad de Herencia Ancestral (Ahnenerbe). Ésta debía demostrar por medio de la genealogía la supremacía absoluta de los arios.
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