venres, 12 de marzo de 2010

Las mujeres del Holocausto



FERNANDO VALVERDE - Granada
EL PAÍS - 08-03-2010

En febrero de 1945, la ciudad alemana de Dresde sufrió el golpe más duro de su historia. Cuando apenas quedaban dos semanas para la capitulación de la Alemania nazi, las bombas dejaron más de 100.000 muertos y redujeron la ciudad a ceniza en uno de los episodios más polémicos de la contienda. En el centro de aquella ciudad, a orillas del río Elba, se expuso por vez primera la exposición Manchas de luz: ser mujer en el Holocausto, que después de recalar en Viena ha llegado a Granada gracias al Centro Cultural Memoria de Andalucía.

A través de 17 proyecciones multimedia, el visitante se sumerge en la dimensión humana de una tragedia que conoce a grandes rasgos, pero que se agranda al conocer pequeños detalles, al personalizarse el dolor. Como explica la directora del Museo Yad Vashem, Judith Inbar, comisaria de la muestra, las mujeres que fueron recluidas en los campos de concentración "tomaron la decisión de no ser víctimas y lo consiguieron haciendo que cada momento fuera importante". Comprometidas con el grupo en el que se habían integrado, sus decisiones podían afectar a otras personas, lo que propició unas pautas de comportamiento que fueron diferentes de las de los hombres en las mismas circunstancias. "En la exposición puede verse cómo actuaron en cuestiones tan importantes como la feminidad, la alimentación, la amistad, la fe, la maternidad, el amor, la creatividad, el cuidado del prójimo, la vida cotidiana o la resistencia", añadió Inbar, para quien las mujeres tuvieron "una voz especial" dentro de aquella gran tragedia humana.

Desde que la conocida como "solución final" se puso en marcha con el propósito de terminar con los judíos, las mujeres fueron un objetivo primordial de la destrucción, dado su papel de procreadoras. La exposición, que repasa este exterminio, presta especial atención a lo ocurrido en diferentes campos de concentración, en especial a los dos situados en Auschwitz, el mayor de los creados por el nazismo, en el sur de Polonia. El campo llegó a convertirse en una ciudad sacada del infierno, o llevada a él. Entre 1941 y 1942, incluso disponía de orquesta para amenizar las veladas de los miembros de las SS. En 1943, bajo la supervisión de un oficial, llegó a conformarse una orquesta femenina cuya calidad se disparó desde el momento en que se hizo cargo de ella la directora y violinista Alma Rosé, que era sobrina de Gustav Mahler y una auténtica virtuosa. Durante el recorrido por la muestra pueden escucharse de fondo algunas de las piezas interpretadas por Rosé, que incluía en su repertorio fragmentos de óperas, valses de la familia Strauss, la Quinta Sinfonía de Beethoven o los Ensueños de Schumann. Esta última era una de las piezas favoritas del doctor Mengele.

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