El presidente de El Salvador, Mauricio Funes, en su calidad de jefe de Estado, pidió ayer perdón público por el asesinato del arzobispo de San Salvador Óscar Arnulfo Romero Galdámez, ocurrido hace 30 años, que se cumplieron ayer.
Romero fue asesinado de un balazo certero disparado al corazón por un francotirador, cuya identidad es hasta el momento un misterio, aunque algunas fuentes del espionaje de Estados Unidos indican que se trató de un militar argentino, Emilio Antonio Mendoza, mientras que otros investigadores apuntan al odontólogo salvadoreño Héctor Regalado; este último era hombre de confianza de Roberto D'Aubuisson, el presunto cerebro de la confabulación, que involucró a militares de alta graduación retirados, políticos anticomunistas y grandes empresarios.
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