G. BELINCHÓN / R. AYUSO - Madrid / Los Ángeles
Durante años, el cine chino sólo llevó a la pantalla dramas históricos. Lógico: era la única manera que los cineastas tenían para poder hablar de corrupción, infidelidades y desmanes gubernamentales... porque ocurrían, como poco, unos 300 años antes. Así triunfaron en los ochenta y noventa creadores como Chen Kaige o Zhang Yimou -él mismo no pudo estudiar cine hasta los 30 años, tras pasar casi una década obligado a trabajar en el campo-. Sólo con la llegada del siglo XXI, los censores chinos abrieron la mano: Zhang Yang con La ducha; Wang Xiaoshuai, con La bicicleta de Pekín, y Jia Zhang Ke, con Naturaleza muerta, empezaron a mostrar el lado más feo de su país.
Hace dos años, el Gobierno chino decidió que había llegado el momento de utilizar en su propio beneficio la capacidad propagandística del cine y empezó a producir un filme que alabara un momento fundamental de la historia de su nación. El objetivo: estrenar antes de los Juegos Olímpicos de Pekín con vistas a elevar la moral de la población. Reclutaron a John Woo -Cara a cara o Misión: Imposible 2-, al que trajeron de vuelta desde Hollywood y le dieron todo lujo de facilidades para ocho meses de rodaje, un equipo técnico de 500 personas y unos 2.000 actores. "Incluso contamos con el apoyo del ejército, que nos dejó hasta 1.500 soldados", recuerda Woo. Acantilado rojo, el filme resultante, ilustra una de las batallas cruciales de la historia de su nación. En el año 208 después de Cristo, China se encontraba dividida en varios Estados. El primer ministro Cao Cao soñaba con gobernar todo el país, y embaucó al emperador para declarar la guerra a los reinos del oeste y del sur, que en respuesta se aliaron. Cao Cao reunió 800.000 soldados y 2.000 barcos en la batalla del Acantilado Rojo.
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