El anarquista Felix Fénéon escribió artículos de apenas 140 caracteres, inéditos hasta ahora en castellano, en los que dinamitó la realidad
PEIO H. RIAÑO MADRID 07/03/2011
Sólo un anarquista podía ser capaz de colocar una carga explosiva en un periódico para acabar con la novela. Felix Fénéon (1861-1944) no fue novelista, ni periodista. Pero utilizó un disfraz anónimo con el que firmó en 1906, cada noche, en el periódico Le Matin, 20 artículos, breves, minúsculos, en tres líneas. Tomas rápidas y explosivas, robadas a las noticias sobre suicidios, envenenamientos, huelgas, robos, atropellos, incendios, desapariciones, peleas, tiroteos, despechos, rencores, celos, catástrofes naturales, protagonizadas por héroes de mala muerte desbordados por la fatalidad.
En el cambio de siglo, cruzar la calle fue tan peligroso como leer la columna de Fénéon, que hizo de fotógrafo en un mundo lleno de islotes tragicómicos, entre los que avanzó, con la suerte del humor negro y la ironía al borde del cinismo, por la nube de actualidad de la prensa francesa: "Catherine Rosello, vecina de Tolón, madre de cinco hijos, quiso esquivar un tren de mercancías. La atropelló un tren de pasajeros". Es sólo una de las muestras de estos escritos que resumen en un flashazo el otro lado de la noticia, la nueva cara de la novela que él empezó a gestar.
La editorial Impedimenta recupera ahora aquel trabajo de Fénéon, que hace unos años su predecesora New York Review Books promocionó infiltrando entre los millones de twits que mueven la actualidad del siglo XXI; esta maravillosa aventura de concisión y modernidad creada por uno de los personajes más silenciosos del siglo pasado.
Un silencio sepulcral
El extraordinario hallazgo de esta Novelas en tres líneas sucede una vez muerto su autor, quien siempre se negó a publicar en vida la compilación de los más de 1.200 artículos o microrrelatos o partículas de realidad novelada. "Aspiro sólo al silencio", respondía Fénéon. Pero no sabía que tanto su amante como su mujer recortaban y coleccionaban en cuadernos cada aparición en el periódico.
El autor francés anduvo a ciegas entre las luces de la imaginación y las sombras de los sucesos: hizo de los teletipos novelas como bombas, que estallaron en apenas 140 caracteres hace más de un siglo, que vuelven cargadas de pólvora para colarse en las tecnologías de la urgencia. "Un quincuagenario desconocido, enorme y además hinchado tras un mes ininterrumpido de permanencia en el agua ha sido pescado en La Frette por el señor Duquesne", escribe sardónico y conciso en uno de esos miles de latidos, que acabaron con el fabuloso desafío del destino perfecto de las tramas del escritor y con la retórica de la actualidad del plumilla.
"Louis Lamarre no tenía ni trabajo ni vivienda, pero sí algún dinero. Compró en una tienda de ultramarinos de Saint-Denis un litro de petróleo y se lo bebió". Tal y como la plantea Fénéon, la noticia vive y muere en la descripción llana, y deja que el verbo haga el resto. Obra clave de la modernidad, inédita en castellano en su totalidad hasta el momento, es a todas luces un trabajo de precisión de escritura en miniatura.
Peones a navajazos
Traza las tripas de un mundo cruel y absurdo, que cambia para hacerse urbano, caótico y violento. Podría verse en estas píldoras el inicio del sensacionalismo de la prensa, pero el eufemismo irónico de su tono le aleja del amarillismo.
Por ejemplo, denuncia seca: "Los peones franceses de Florac protestan, incluso a navajazos, contra la abundancia de elemento español en la obra". Ternura cruel: "Desde su infancia, la señorita Mélinette, de 16 años, cosechaba flores artificiales en las tumbas de Saint-Denis. Se acabó: ahora está en el depósito de cadáveres". Humor negro: "Una loca de Puéchabon (Hérault), la señora Bautiol, despertó a sus suegros a mazazos". Vehemencia contenida: "El párroco de Monceau tiene un grave impedimento para decir misa. Unos ladrones le han robado sus objetos de culto".
Precisamente, desató su elegante ira contra la Iglesia, en el debate sobre la presencia de crucifijos en las escuelas: "Fuertemente escoltado por beatos, el alcalde de Longechenal (Isère) ha vuelto a colocar en la escuela el crucifijo que el maestro retirara". "Una vez más, Cristo está en las paredes de las escuelas de Ruaux (Vosgos), por mediación del alcalde Paul Zeller, que es adepto suyo". "Esta vez, la imagen del crucifijo está sólidamente atornillado a la pared de la escuela de Bouillé. Mérito del prefecto de Maine y Loira". Cien años atrás Fénéon puso bombas que aún truenan.
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