Los supervivientes de la bomba atómica confían en que Fukushima sea "el principio del fin" de las centrales - La ciudad cobija el movimiento más crítico con esa energía
GEORGINA HIGUERAS (ENVIADA ESPECIAL) - Hiroshima - 19/03/2011
Hiroshima 1945 |
"Ahora es el momento de estar unidos para ayudar a las víctimas del terremoto y a quienes luchan por salvar a todo el país de una catástrofe mayor en Fukushima, después nos movilizaremos para forzar un cambio en la política energética nacional", afirma el doctor Nanao Kamada, presidente de la Fundación de Apoyo a los Supervivientes de la Bomba Atómica de Hiroshima.
Kamada, de 73 años, es hematólogo y lleva 49 empeñado en batallar contra la leucemia, uno de los cánceres que con más facilidad desarrollan las personas expuestas a la radiactividad. En Hiroshima murieron 145.000 personas y otras 300.000 resultaron heridas o enfermaron posteriormente. Muchos supervivientes -hibakusha, como se les conoce en Japón- se suicidaron dos o tres años después incapaces de soportar el horror de la experiencia que vivieron. Pasado más de medio siglo, un estudio, realizado por la fundación que preside Kamada, sobre los efectos psicológicos de la bomba atómica, reveló que el 74% de los supervivientes tiene remordimientos y sentimiento de culpa por seguir vivos, además de un "pánico infinito" a la radiación.
En Hiroshima se encuentra el movimiento antinuclear más activo de Japón, pero pese a sus protestas no había logrado impedir que se iniciara la construcción de una central en Kaminoseki, a unos 80 kilómetros de distancia. El desastre de Fukushima, sin embargo, llevó el lunes pasado a la Compañía Central de Electricidad de Chugoku, propietaria de la central, a paralizar las obras.
"Fukushima es el punto de inflexión que marca el inicio del fin de las centrales nucleares en Japón", señala Kamada, uno de los firmantes de la carta que la Asociación Médica de Hiroshima tiene previsto enviar hoy al primer ministro, Naoto Kan, y a Naciones Unidas. Los firmantes sostienen que es "un error" construir plantas nucleares en un país propenso a los terremotos, que Fukushima ha hecho saltar por los aires "el mito de la seguridad de las centrales" y que se impone un cambio de política energética.
De momento, la carta pide al Gobierno una "información rápida y correcta", que ponga todos los medios a su alcance para solucionar el accidente de Fukushima, medidas de prevención de la radiación y un "tratamiento adecuado" para los que se expongan a esta. Pero Hiroshima, una ciudad de 1.100.000 habitantes, con muchas ONG militantes antinucleares, comienza a ponerse en pie de guerra contra las centrales.
La Fundación de Investigación sobre los Efectos de la Radiación en Hiroshima y Nagasaki ha enviado a Fukushima a tres de sus expertos para ayudar a las autoridades locales y poner a disposición de estas toda la información acumulada en estos años después de tratar a 120.000 personas afectadas en mayor o menor grado por la radiación de las dos únicas bombas nucleares lanzadas contra la población. Takanobu Teramoto, director de esta fundación, también está convencido de que una vez solucionado el accidente de Fukushima se abrirá un debate nacional contra las plantas atómicas: "Ha sido un accidente muy grande que forzará la revisión de la política energética de Japón".
Teramoto, sin embargo, indica que las medidas adoptadas por el Gobierno son correctas y que, por ahora, no existe peligro para la población más allá de la zona de exclusión de 20 kilómetros alrededor de la central accidentada. "No queremos exagerar los efectos de la radiación. Hay que estar atentos a la evolución de los reactores y ser precavidos sin crear alarma", afirma. Pero añade que mantener esta actitud requiere que el Gobierno "facilite toda la información sobre la situación de Fukushima y dé instrucciones claras para que la gente pueda seguirlas y se tranquilice".
Según Teramoto, solo en el entorno de la central se han medido niveles de radiación peligrosos para la salud, por lo que en estos momentos la atención debe concentrarse en los operarios de la compañía eléctrica, los bomberos que luchan por estabilizar Fukushima y los militares que les apoyan y protegen la zona. Insiste en que después de tantos años de investigación sobre los damnificados de las bombas se ha llegado a la conclusión de que "una radiación por debajo de los 150 milisieverts no tiene ningún efecto sobre la salud ni incide en el desarrollo de cáncer".
Kosokawa Kohji, de 83 años, uno de los supervivientes de la explosión de la bomba, que con sarcasmo denominaron Little Boy, afirma que no quiere reactores nucleares pero que entiende "que el progreso de Japón exigía su instalación". Kohji se salvó porque al ser el empleado más joven su sitio estaba en un rincón, entre la pared y el pilar del edificio de la compañía de teléfonos para la que trabajaba. Su hermana de 13 años, sin embargo, murió con todos los compañeros de su clase que se encontraban en el centro de Hiroshima derribando casas -entonces la mayoría eran de madera- para hacer cortafuegos porque se habían intensificado los bombardeos estadounidenses contra la ciudad.
En 2004, Kohji participó en Gernika en una conferencia contra las bombas atómicas y afirma que de ese viaje por España y Alemania se quedó impresionado por los molinos eólicos. "Japón eligió el camino más fácil porque, pese al espanto de Hiroshima y Nagasaki, el pueblo no tenía ningún conocimiento de la radiactividad. Nosotros, los que la sufrimos, sí lo tenemos y ahora este accidente va a cambiar radicalmente la opinión de los japoneses sobre las centrales nucleares", dice.
Kohji afirma sentirse "orgulloso" del trabajo y la disposición de los operarios que luchan por impedir explosiones mayores e insiste en que se mencione su agradecimiento a la comunidad internacional por acudir en apoyo de los damnificados del terremoto y del accidente de Fukushima. Tras recordar a sus compañeros muertos -la mujer que estaba a su lado murió al cortarle el cuello uno de los cristales lanzados como puñales por la onda expansiva de la explosión-, señala que confía en que ahora "tal vez el mundo empiece a comprender la barbarie que EE UU hizo con nosotros".
El Parque de la Paz, levantado en el mismo lugar en que fue lanzada Little Boy, está dedicado no solo a la memoria de aquellos que perdieron la vida, sino también a la lucha por un mundo sin armas nucleares. Ahora son muchos los que consideran que Fukushima será la bandera de un nuevo movimiento para que Japón no tenga ninguna central nuclear, ni militar ni civil.
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