El gran referente en una corta lista de peículas basadas en catástrofes atómicas es 'El síndrome de China', de 1979
TONI GARCÍA 14/03/2011
El séptimo arte y la energía nuclear nunca se han tenido demasiado cariño. Si hablamos de misiles u holocaustos, conspiraciones o maletines con uranio, la cosa cambia, pero cuando se trata de centrales, científicos y desastres más o menos realistas, el cine ha preferido mirar hacía otro lado.
De hecho, resulta curioso que para el cinéfilo más avezado el gran referente del género nuclear (por así llamarlo) sea un filme que ha cumplido ya los 30 años pero que sigue resultando igual de aterrador que el primer día: El síndrome de China.
La película, dirigida por James Bridges, contaba con un reparto de lujo, encabezado por Jane Fonda, Jack Lemmon y Michael Douglas (quien ejercía a su vez de productor) y seguía los pasos de una reportera que se daba de narices con la historia de su vida: un accidente casi letal en una central nuclear que todos pretendían tapar.
Lo curioso de la historia es que el filme (un exitazo de taquilla, que se estrenó el 16 de marzo de 1979) fue cuestionado por su verosimilitud (la crítica de Variety decía que la película se daba "demasiada importancia" ) al tratar un asunto tan serio como la seguridad de las centrales nucleares. La casualidad quiso que el 28 de marzo de 1979, 12 días después del estreno, se produjera el famoso incidente de Three Mile Island, cuando una fusión parcial de una de las unidades de esta central nuclear de Pennsylvania causó el pánico entre la población. Algunos medios de comunicación llegaron a culpar a la película de la psicosis posterior y en virtud de aquello tan recurrido del pez que se muerde la cola, la recaudación se disparó y la presión social obligó al gobierno estadounidense a ordenar, no una, sino dos investigaciones para aclarar el suceso.
También Skilwood, que tocaba de refilón el receloso mundo de las radiaciones, obtuvo en 1983 el reconocimiento más esperado por los estudios hollywoodienses: la pasta.
Con la historia de una trabajadora de un complejo nuclear a la que le hacían la vida imposible y con la -siempre resultona- percha de "basado en una historia real" Mike Nichols, un señor del drama, montó una de esas películas donde Meryl Streep acostumbraba a sufrir lo indecible sin protestar demasiado.
Ahora bien , más allá de estas dos propuestas parece que el cine (tanto el estadounidense como el del resto del mundo) no ha deseado nunca acercarse demasiado al universo nuclear, no fuera que éste le separase de su público. Probablemente porque cuanto más papeletas tiene la posibilidad de que lo contado se convierta en realidad menos ganas tienen los de arriba de invertir en ello. Solo así se explica que el gran desastre nuclear de nuestro tiempo, Chernobyl, no haya sido abordado nunca con recursos, más allá de los telefilmes (ya no de serie B, sino de serie Z) producidos en Rusia, Ucrania o incluso el Reino Unido. De hecho, hemos tenido que esperar hasta febrero de este año, en el marco del festival de Berlín, para ver la primera película ambiciosa sobre el suceso: Innocent Saturday, del reputado guionista y realizador ruso Aleksandr Mindadze, que viaja hasta 1986 para seguir a un testigo de la catástrofe, un oficial del partido comunista que llega al área justo cuando se produce el accidente. La crítica reacciono de forma tibia a la película, incluida a competición en la Berlinale, pero al menos el filme pretendía ser algo más que una chapuza de tintes sensacionalistas.
Si uno echa la vista atrás al "género" (por decirlo de una forma entendible), con títulos como Holocausto 2000, Atomic Twister o Chernobyl, The final warning, no encontrará demasiados motivos para pensar que un día de estos, y más allá de lobbies, influencias, gobiernos en la sombra, pros y contras, podremos ver alguna película seria sobre el mundo nuclear. Por lo visto en Japón (y lo que falta por ver) material, lo que se dice material, hay de sobra.
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