Entrevista a Tristram Hunt, historiador británico. Describe en ‘El gentleman comunista' (Anagrama) la azarosa vida de Friedrich Engels, el revolucionario alemán que fue compañero inseparable de Karl Marx // Engels financió la escritura de ‘El capital' y aportó ideas imprescindibles para la obra
IÑIGO SÁENZ DE UGARTE Londres 14/03/2011 08:00
Marx lo llamaba una "enciclopedia andante". Nunca llegó a decir que sin Friedrich Engels (1820-1895), no habría podido escribir El capital, al menos tal y como hoy lo conocemos. La historia no ha sido muy benevolente con Engels, oculto bajo la sombra de un gigante y además denunciado por algunos seguidores de su maestro. Para desmentir esa idea y acercarnos a la figura, incluso algo novelesca, de Engels, el historiador y diputado laborista Tristram Hunt escribió El gentleman comunista, que ahora publica en castellano la editorial Anagrama.
¿Por qué tantos intelectuales marxistas han acusado a Engels de la deriva totalitaria de Stalin y del comunismo soviético?
En parte porque querían salvar a Marx. Si Engels era el responsable de lo ocurrido en el siglo XX, eso dejaría limpio a Marx. Hay elementos que conectan a Engels a través de Lenin con el materialismo dialéctico y la ortodoxia de los años treinta. Pero el libro demuestra que si sólo consideras esa parte de Engels, pierdes una parte muy importante de su pensamiento y obra. Es muy fácil e históricamente incorrecto acusarle de todos los males del marxismo-leninismo.
Marx y Engels forman la pareja más importante de la filosofía política. Se complementaban perfectamente.
Engels era más pragmático en la política. No era un gran filósofo político como Marx. Era consciente de que necesitas una maquinaria política para conseguir resultados. Siempre estaba presionando a Marx para que terminara los escritos con los que guiar al movimiento político. Tenía un punto de vista mucho más práctico al enfrentarse a la política. Sobre asuntos como la vida en las grandes ciudades, el imperialismo o el feminismo, era capaz de conducir a Marx en distintas direcciones. Lo más importante es que Engels comprendía la realidad práctica del capitalismo, cómo funcionaba por su experiencia en Manchester (donde trabajaba como gerente de la empresa de su familia).
Su primer encuentro no funcionó muy bien. ¿Qué ocurrió?
Eran jóvenes y no se fiaban el uno del otro. Marx pensaba que Engels formaba parte de ese confuso grupo de gente que estaba perjudicando las reformas progresistas que él buscaba. Fue un encuentro algo hostil, pero luego Marx tuvo la oportunidad de leer algunas de las cosas que Engels escribió en Manchester, y, cuando volvieron a verse, todo fue muy diferente.
Algunos hechos de la vida de Engels sorprenderán a los lectores. Era un revolucionario y también casi un vividor.
Eso es porque recordamos a Engels con esa gran barba y luego están todas esas imágenes soviéticas. Él tenía una personalidad más directa e interesante, una figura más relacionada con la contracultura de su época que Marx, que era un intelectual que siempre estaba en las bibliotecas. Engels es alguien que abraza la vida.
Engels es una figura llena de contradicciones. Casi llevaba una doble vida. De día dirigía una empresa y de noche conspiraba como revolucionario para acabar con el capitalismo.
Eso lo cuenta bastante bien un sobrino que le visitó en Manchester y que le hizo esa pregunta. Su respuesta fue que tenías que hacer esas cosas bajo el capitalismo para poder sobrevivir. Todo el dinero que ganaba lo utilizaba para financiar a Marx y acabar con ese sistema social. Personalmente, para él era terriblemente incómodo y en sus cartas a Marx aparece ese sentimiento, pero en cierto modo ese es el acuerdo al que llegó con el sistema. Nunca pensó que tenía que disculparse por eso.
Y nunca pensó en renunciar.
No, porque no podía permitírselo. Y además le gustaba el dinero y el estilo de vida que le concedía.
En su libro sobre la clase obrera en Inglaterra, vemos al Engels ensayista pero también al periodista que busca hechos en la calle.
A Engels le encantaba caminar y pasear por la ciudad, conocer diferentes sitios y relacionarse con la gente de la clase trabajadora, pero por otro lado también había una distancia. El lenguaje en el que los comparaba con animales era muy duro. Puedes leer en su obra sobre la depravación, la miseria en la que vivía la clase trabajadora, pero no encuentras mucha humanidad o compasión en esa descripción. Muy pocas veces encuentras esa voz, la de la clase trabajadora, en sus textos.
Veía estos terribles barrios de Manchester como si fueran un laboratorio.
Exactamente.
Su amante, la irlandesa Mary Burns, fue su guía en Manchester. ¿Fue la mujer más importante en su vida?
Creo que fue Lizzy, la hermana, la más importante. Mary fue una excelente guía en Manchester, pero Lizzy (que se convierte en su compañera tras la muerte de Mary) es una figura más sofisticada y atractiva que además le sirve a Engels para cambiar su punto de vista sobre Irlanda y el papel del imperialismo. Y además, la familia de Marx se llevaba muy bien con Lizzy.
Dos años después de la fría cita de Berlín, Marx y Engels vuelven a verse y ahí comienza su relación. ¿Qué había cambiado?
Es entonces cuando Engels descubre que Marx ya es una gran figura histórica. De forma consciente, da un paso atrás. Ahí está esa gran frase cuando dice: "Yo estaba contento con ser el segundo violín ante tan gran primer violín como era Marx". Por eso, tendemos a olvidar su gran contribución. Pero siempre estuvo ahí para apoyar a Marx. Es aún más cierto después de la muerte de Marx, cuando se convierte en guardián del legado de su amigo.
Y le perdonaba todo. Marx era un desastre en muchas cosas de su vida personal y siempre estaba pidiéndole dinero.
La única crisis fue cuando Marx fue especialmente insensible tras la muerte de Mary Burns. Engels le escribe para contarle que Mary ha muerto. Marx le responde: "Eso es terrible, pero necesito cinco libras para el colegio de las niñas". Aparte de esa situación, fueron inseparables.
Tras participar en los combates en Alemania de la revolución de 1848, Engels regresa a Manchester. ¿Es una humillación?
Lo es. Es terrible para él. Pero pronto vuelve a darse cuenta de que, con independencia de cómo ha sido su vida en los últimos diez años, de sus expectativas, debe sacrificar sus ambiciones como revolucionario, y seguir trabajando en la industria del algodón y manteniendo a Marx, lo que fue un gran sacrificio.
Para escribir El capital', Marx reclama datos y cifras que desconoce.
Cuando Marx intenta comprender el funcionamiento del capitalismo, depende por completo de la información que le da Engels sobre la evolución de los salarios, el funcionamiento de la producción o la Bolsa. Eso condiciona su visión de Marx del capitalismo porque todo se refiere a la industria del algodón de Manchester, que es una evolución extrema y avanzada de lo que era el capitalismo de la época.
¿Podríamos imaginarnos cómo hubiera sido Marx sin Engels?
Marx seguiría siendo lo que fue, pero sin Engels no hubiera existido la maquinaria política, la propagación de sus ideas y la internacionalización. Le hubiera faltado la aplicación de sus ideas al imperialismo y al feminismo. No creo que el marxismo hubiera evolucionado de la misma manera.
"Esos imbéciles creen que estamos fabricando dinamita"
La familia de Marx apodaba a Engels ‘el General’ por sus artículos periodísticos sobre temas militares. Era un experto de sofá, pero llegó a publicar buenos artículos sobre la guerra de Crimea y la guerra franco-prusiana en la prensa inglesa.
Desde joven, no era alguien que volviera la espalda a una pelea. Se inició en la esgrima, y no como deporte. Llegó a participar en algunos duelos. “Con el segundo, me batí ayer y le asesté una buena encima de la ceja, desde arriba, una verdadera parada de primera”, escribió en una carta.
Engels era un hombre de acción y de costumbres poco convencionales en un revolucionario. Sus textos se convirtieron en guía del feminismo marxista, pero antes, y para escándalo de unos cuantos comunistas puritanos, no perdía la oportunidad de pasearse con numerosas amantes.
El alemán amaba la buena vida. Le encantaba cabalgar y participar en la caza del zorro sin que muchos de sus acompañantes burgueses supieran el alcance de sus ideas.
“Si no hubiera francesas, la vida no tendría sentido”, dijo una vez, lo que demuestra que no sólo sobre el socialismo tenía las ideas claras. Demostró sus dos vidas en la revolución de 1848. En París no llegó a sumergirse en la revuelta y decidió pasar varias semanas paseando por la Francia rural disfrutando del vino, la comida y, claro, las francesas.
Sin embargo, unos meses después estaba en Alemania y participó en primera línea del frente en los ataques contra la infantería prusiana. Nunca permitió que sus correligionarios olvidaran que había estado en las barricadas.
En Londres disfrutó de la libertad que nunca tuvo en Alemania. Todos los domingos su casa se abría a amigos para beber y discutir bajo una discreta vigilancia policial. “Es evidente que esos imbéciles piensan que estamos fabricando dinamita cuando en realidad hablamos de whisky”, se reía Engels.
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