La exposición 'Heroinas' desvela en 130 obras el universo menos conocido
de la mujer en el mundo del arte
ÁNGELES GARCÍA - Madrid - 07/03/2011
Hasta no hace
tanto, el Arte, y la Historia en general, han recogido una imagen de mujer
comparsa de iniciativas masculinas. Pero son muchas las mujeres que han tenido
y tienen cada día un papel de absoluta protagonista. Para lo bueno y para lo
malo. Pocas obras como La habitación de hotel, pintada por Edward Hopper
en 1931, propiedad del Thyssen, hablan de ese mundo exclusivamente femenino.
Bajo el título de Heroinas, la Fundación Thyssen y Caja Madrid muestran
hasta el 5 de junio esa otra manera en que la mujer se desenvuelve en el mundo
a través de 120 obras. Es todo un universo en el que en lugar de mujeres
sumisas esclavizadas y vencidas, el escenario lo ocupan mujeres protagonistas
de sus vidas. Guillermo Solana, conservador jefe del museo, ha construido un singular
espacio para dar cabida a estas diferentes versiones de mujer. Arranca con la
soledad, un tema que pueden compartir tanto las protagonistas con las
secundarias y avanza por las campesinas, las ménades, las cazadoras y atletas,
las vírgenes y las amazonas; las magas, mártires y místicas; las lectoras y los
autorretratos. No es un compendio ni una visión enciclopédica del arte
inspirado o hecho por mujeres, pero la muestra es un interesante conjunto sobre
la iconografía femenina en el mundo del arte.
Aunque se exponen algunas piezas escultóricas, fotografías y
videoinstalaciones, el género que predomina es la pintura. Los autores son
mayoritariamente hombres, pero se puede ver una mínima presencia de artistas
mujeres que, en cada capítulo expositivo sirve de contrapunto a las versiones
masculinas de las vidas de las mujeres. En el apartado dedicado a las Ménades,
por ejemplo, el vídeo firmado por Pipilotti Rist, Eves is over all
(1997), es una de las piezas más atractivas de la exposición. En la pantalla se
proyecta la imagen de una bellísima mujer vestida de azul que va caminando
alegremente con una flor de tallo largo en sus manos. Con esa misma flor va
golpeando y destrozando las lunas de los coches aparcados en la acera. Los
cristales caen al suelo hechos añicos.Al fondo se aproxima una mujer policía
que contempla la escena sin pestañear. En el momento en que las dos igualan el
paso, cruzan las miradas y se sonríen.
El cierre del recorrido lo ocupan los
autorretratos que se exponen en Caja Madrid. El de Frida Kalho, Autorretrato
con collar de espinas y colibrí (1940), es la mejor manera de empezar a
recomponer la incompleta imagen que el arte ha dado de las mujeres.
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