Arabia Saudí tiene una de las más férreas dictaduras del planeta, pero es respetada porque controla un 25% de las reservas mundiales de crudo
GUILLAUME FOURMONT MADRID 12/03/2011
Uno de los vídeos que más circula en internet en Arabia Saudí deja sin palabras. La imagen es borrosa, pero se ve perfectamente a un joven vestido de blanco como volando en el cielo. Se acerca una grúa que descuelga un cuerpo sin vida de un edificio. El joven acababa de suicidarse, ahorcándose. "En nuestra sociedad, se suele decir que, si la persona que se quitó la vida hubiera sido de verdad creyente, jamás lo hubiera hecho. Pero no es verdad. Es urgente hablar de este problema, pero nadie lo hace", denuncia Trad Alasmari, activista saudí para la defensa de los derechos humanos.
En Oriente Próximo, Arabia Saudí es un coloso, dueño del 25% de las reservas de petróleo del mundo y gran aliado de Estados Unidos. Pero también es una de las más férreas dictaduras del planeta que, en nombre de Alá, reprime cualquier voz disidente, encierra a las mujeres y censura cualquier dato que puede desvelar su debilidad. El joven del vídeo se suicidó porque no tenía trabajo.
"Los casos de suicidio se multiplican entre los pequeños funcionarios, cuyos sueldos no superan los 1.200 riales [unos 200 euros], lo cual es ridículo cuando una consulta médica cuesta 500 riales. Los saudíes somos siete u ocho en cada hogar tenemos que pagar alquileres altos", explica Alasmari. El ministro de Asuntos Sociales reaccionó: "Para luchar contra la pobreza, Arabia Saudí no necesita dinero, sino ideas". Consciente de la ola de protestas en el resto del mundo islámico, el rey Abdalá, de 87 años, no escuchó y firmó, a finales de febrero, un cheque de 36 millones de dólares en ayudas sociales.
Una reacción oficial que mostró cierto nerviosismo de una monarquía condenada por las organizaciones de derechos humanos, pero que se aprovecha de su estatus de protectora de los abastecimientos mundiales de petróleo. La realidad es la siguiente: el 65% de los 20 millones de saudíes tiene menos de 25 años en un país gobernado por una gerontocracia el príncipe heredero, Sultán, tiene 86 años y los ministros más importantes ocupan el mismo cargo desde hace 30 años y dependiente de la mano de obra extranjera. No existe tasa oficial de paro las autoridades suelen reconocer un 10%, mientras fuentes independientes hablan de 25% ni de personas viviendo bajo el umbral de pobreza.
"Esas medidas van hacia el buen camino para responder a las esperanzas de los saudíes, pero el Gobierno debe seguir tomando en consideración los sentimientos de la población en un país donde se reclama reformas políticas", apunta un informe del banco Saudi Fransi.
Falsas reformas
Después del 11-S (15 de los 19 terroristas eran saudíes), el reino intentó mejorar su imagen y permitió a los periódicos hablar de temas tabúes, como el paro y la pobreza. En 2005, Arabia Saudí celebró elecciones municipales. La mayoría de los expertos consideraron que era una farsa política y que la verdadera cara del régimen era la represión. "El rey cree que, como padre de la nación, puede distribuir dinero a sus hijos y que será suficiente. Pues está equivocado", analiza Mai Yamani, antropóloga saudí afincada en Londres. "El sistema de Estado rentista ya no es viable en un país donde la clase media reclama una Constitución y un Majlis Al Shura [Parlamento] elegido".
Ya hubo intentos. Pero la respuesta del régimen siempre ha sido la misma: la represión. Después de la Guerra del Golfo de 1991 y el 11-S, varios intelectuales pidieron al rey reformas políticas (monarquía constitucional, la creación de partidos políticos, separación de poderes, etc.). Muchos fueron detenidos por "desobediencia al soberano".
Los que ahora osan salir a la calle las concentraciones están prohibidas para denunciar la discriminación que padecen son los chiíes, que representan el 10% de la población de un Estado cuya religión oficial es el islam suní. Tras una Intifada en 1979-1980, como reacción a la Revolución Islámica en Irán, los chiíes consiguieron algunos avances, pero siguen siendo considerados como "herejes" y piden, como en el vecino Bahrein, el simple derecho de existir. Ante la presión, las autoridades liberaron el 7 de marzo a un líder religioso chií. Pero las protestas han continuado toda la semana en la ciudad de Qatif, en el este del país.
Riad, capital de casi cinco millones de habitantes, no tiene ninguna plaza Tahrir, como en El Cairo. Sólo hay autopistas. En lo que queda del casco viejo, hay una plaza: es donde se suele cortar la cabeza de los condenados a muerte.
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