venres, 18 de marzo de 2011

"No quiero que mi móvil sirva para pagar una guerra"


CRISTINA DELGADO 14/03/2011
"No podía usar el móvil para enviarle un mensaje de amor a mi mujer o hablar con mi hija sabiendo que había gente muriendo en una guerra por culpa de ese teléfono". Este es uno de los motivos por los que Frank Piasecki, director de documentales danés, realizó su último trabajo, Blood in your mobile. Un largometraje de casi dos horas donde hurga en la herida abierta de la República Democrática del Congo, país enfrascado en una guerra civil del que salen toneladas de coltán y otros minerales usados en productos de electrónica. Piasecki tuvo la duda, preguntó a su compañía de dónde salía el coltán de su móvil, y ante la falta de respuesta se marchó al país africano a ver de primera mano si las empresas cerraban los ojos y financiaban de rebote la guerra comprando minerales de sangre, al estilo de los diamantes de sangre de Sierra Leona.
Piasecki se alegra de escuchar que puede aprovechar la conversación para almorzar. Mira todo lo que hay en la barra de la cafetería de la escuela de negocios que le ha invitado a hablar sobre su último trabajo. Está plagado de universitarios, pero se hace un hueco y elige sin dudar: un bocadillo de jamón serrano y una napolitana de chocolate. Tiene la agenda de sus dos días en Barcelona apretada, entre entrevistas y pases comentados de su documental. Antes de llegar a la mesa, ya le ha dado el primer bocado a la chapata. "Me encanta el jamón y el queso manchego", comenta mezclando inglés y español. Tiene cara de cansado y dice que es porque la noche anterior se proyectó en un cine su documental, y después se quedó para mantener un debate con los espectadores. La cosa se alargó. La sala estaba entregada y más de cien personas se quedaron sin poder acceder al pase gratuito. "Aun así, no es fácil vivir de documentales. Cuando acabo uno, trabajo un tiempo para televisiones y ahorro algo. Y menos mal que mi mujer me mantiene", dice entre risas.
Después de ver Blood in your mobile, cuesta verle juguetear con su teléfono móvil. Durante la mitad de la película parece que está al borde de la tragedia, pululando en la capital entre políticos corruptos, trabajo infantil e historias de violaciones y asesinatos. En las minas, a las que la ONU se niega a llevarle porque están tomadas por guerrilleros, acaba metiéndose en el agujero, una especie de madriguera infernal que al final, en su documental, llega a las oficinas de Nokia, su compañía de teléfono.
¿Por qué persigue a Nokia? "No solo ellos usan minerales de sangre. Están en casi toda la electrónica. Pero Nokia vende uno de cada tres móviles del mundo. Tiene mucho poder. Y debe usarlo. Mi responsabilidad y la de usted, como consumidores de teléfonos, es ir y preguntar si están financiando una guerra al comprar coltán sin evitar que venga de una mina controlada por la guerrilla, que, con su dinero, compra armas", explica. "Tengo móvil, porque no creo que se trate de volver a la edad de piedra. Necesito el teléfono para trabajar, para hablar con mi hija", razona. "Pero tengo el mismo que cuando empecé la película. Quiero poder comprar uno cuyos componentes no provoquen muerte". ¿Es eso posible? "Sí. Hay coltán en otros países. Por ejemplo, en Australia. Pero es caro. Las empresas dicen que buscan otras soluciones, pero hace 10 años que conocen el problema. Y seguimos igual".

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