Igualdad.
Han trabajado muy duro para que sus hijas e hijos tuvieran la vida que ellas no
pudieron alcanzar
OLIVIA
CARBALLAR SEVILLA 07/03/2011 06:00
Puede que nunca hayan
pronunciado la palabra feminismo. Y es seguro que no han acudido a ninguna
manifestación por los derechos de la mujer. No han dado discursos, no han
recogido premios, nadie las ha felicitado. Son invisibles en la sociedad. Han
trabajado como bestias en su casa y no han recibido sueldo alguno por ello. Y
desde ahí, sin embargo, han hecho una revolución en voz baja, peleando por la
igualdad casi sin saberlo, como aquel personaje de Molière, que de pronto se
enteró de que llevaba toda su vida hablando en prosa. Hoy sus hijas son
economistas, médicas, periodistas, profesoras... y tienen la vida que ellas no
pudieron alcanzar. Son madres sin estudios. Muchas ni han pisado el colegio.
Pero su esfuerzo merece, sin duda, matrícula de honor.
El Ministerio de Sanidad,
Política Social e Igualdad ha decidido este año homenajearlas. "En su
infancia y juventud, la mayoría de ellas vivieron en un país sumergido en la
pobreza, que contribuyeron a superar con su trabajo desde muy temprana edad
dentro de la unidad familiar, simultaneando las tareas domésticas, el cuidado
de personas y un trabajo del sistema productivo en un marco legal sin
protección", sostiene el Informe sobre las mujeres mayores en España,
elaborado por el Gobierno.
Según el estudio, el 92%
dedica tiempo al hogar y a la familia un 20% más que los hombres con una media
de casi cinco horas. Además, un 24% realiza trabajos no remunerados. Ana
Reyes, María Cámara, Paqui Portero y Carmen Bernal abren sus vidas a Público.
Más que cuatro ejemplos, son un ejemplo para toda la sociedad.
Ana reyes
Nacida en Los Corrales, un
pueblo jornalero de Sevilla, Ana Reyes se crió en el campo, en una casita sin
luz ni agua, "como la de Heidi", hasta los 15 años. No ha pisado más
escuela que la de adultos. "Trabajé en la fábrica de mantecados, en
Estepa, en una de conservas en Navarra; cogiendo aceitunas en Jaén y me instalé
en Sevilla con el rechazo de mi padre, que me decía que dónde iba a ir
sola", recuerda mientras toma un café con su hija Manuela, que acaba de
terminar un máster en Madrid. Es periodista. Su otra hija, Ana, ha vuelto a
España tras pasar cinco años en Londres dirigiendo el departamento de una
agencia de viajes. Ahora trabaja para una aerolínea internacional. "Yo he
nacido con todo hecho. Mi madre me ha educado con la filosofía del esfuerzo y
la responsabilidad, y no me dio otra alternativa que no fuera la de estudiar.
Ese era mi trabajo", explica Manuela. Se emociona cuando dibuja la línea
evolutiva entre la vida de su madre y la suya.
Su padre, transportista,
emigró a Alemania. "Me decían que mi novio se iba a echar una novia allí
y yo decía que muy bien, que yo buscaría a otro aquí", dice riendo
Ana, una mujer luchadora que ha cuidado de su madre, de su suegra y de toda su
familia en un piso de 59 metros cuadrados. Aún hoy, sin necesitarlo, sigue
trabajando limpiando casas. Le gusta ser independiente: "No es igual ir
tirando de una pensión que decir este es mi dinero". Y a pesar de toda su
tenacidad y haber sabido transmitírsela a sus hijas, aún duda: "No sé si
lo habré hecho bien". La respuesta se lee en los ojos grandes y limpios de
Manuela: "Infinitamente bien".
María cámara
María Cámara trabajó
durante 15 años en la histórica casa de alta costura barcelonesa El Dique
Flotante. Aunque nada la hubiera hecho más feliz que ser modista, ella no diseñaba
ni cosía. Se levantaba a las cinco de la mañana para limpiar los suelos de los
talleres y se quedaba hasta la noche para hacer horas extras. "Mi vida fue
dura, pero al final logré lo que quise: que mis hijos estudiaran y fueran más
que yo", afirma esta mujer nacida en Valdepeñas (Ciudad Real) hace 85
años.
Empezó a trabajar a los 8
años sirviendo en las casas donde limpiaba su madre. "Cuando era niña, me
callaba y trabajaba, pero siempre tuve claro que a mis hijos los llevaría a la
escuela", cuenta. Aprendió a leer y a escribir sola, y practicaba con
las cartas que se mandaba con su novio en la mili. Se casó a los 24
"de blanco y por la tarde".
Mientras su marido atendía
la tienda de comestibles que ambos tenían en el pueblo, María trabajó en un
restaurante. Más tarde, la pareja se fue a Barcelona con sus dos hijas, Maribel
y Antonia. Años después nació el niño, Isidoro. Maribel es maestra; Antonia e
Isidoro, empresarios. Y aunque se siente satisfecha, a María le queda "la
espinita" de no haber tenido un oficio: "Yo valía mucho, podría
haber sido modista, pero no tuve suerte", informa Anna Flotats.
Paqui portero
Deja claro desde el
principio que es feliz. Y se la ve feliz. Paqui Portero cuida de una de sus
nietas mientras realiza la entrevista. No estudió porque su padre no quiso que
saliera de Huelva. "Allí sólo había Magisterio y a mí no me gustaba; si
hubiera nacido ahora habría estudiado porque la ignorancia es el mal de todos
los males", asegura. Tuvo claro que sus hijos tenían que hacer lo que les
gustase. Y el día que se licenciaron los cuatro, lo vivió como una fiesta. Su
hija Cinta, por ejemplo, es economista. "Mi madre siempre nos ha inculcado
la importancia de no tener que depender de ningún hombre ni de nadie, y
lo ha logrado", reflexiona.
Paqui ha vivido y vive al
servicio de su familia. Siempre ha acompañado a su marido, dedicado a la banca,
allá donde tenía que viajar. "Es una mujer extraordinaria. Cogía los bártulos
y a sus niños, y empezaba de nuevo con ganas e ilusión, como ahora hace con sus
nietos", añade Cinta.
Recorrieron Andalucía y
vivieron en Paraguay cinco años. "Eso ha ayudado a mis hijos a valorar las
cosas, conocer otras culturas...", continúa Paqui. Ahora ve reflejado en
ellos todo lo que ella no alcanzó. "Son mi mayor premio",
afirma rebosante de alegría. Es lo único en lo que sus hijos no le dan la razón:
"Ella es nuestro premio".
Carmen Bernal
Lo cuenta su hija Águeda:
"Mi madre se sacó el carné de conducir ya de mayor, pero no coge el coche
porque no tiene uno propio". Águeda, que acaba de aprobar el MIR y espera
plaza para estrenar su título de Medicina, se compromete entre risas a
comprarle uno. Carmen Bernal siempre ha sido ama de casa. Su único trabajo remunerado
fue en una sastrería desde los 15 a los 20 años, donde ganaba siete duros,
hasta que se casó con su marido, pintor de brocha gorda. "Siempre he
tenido la ilusión de trabajar fuera, pero no pudo ser. Siempre he estado
en la casa metida, criando a mis hijos", cuenta.
El mayor, Álvaro, doctor y
a un paso de ser profesor universitario, acaba de escribir un libro. "Ella
nos hacía toda la ropa en su máquina de coser Singer", recuerda con cariño
su hijo.
Carmen
nació donde continúa viviendo, en Los Palacios (Sevilla), un pueblo
especialmente castigado en el franquismo. Entonces nadie pensó que aquella casa
humilde se llenaría de libros.
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