
NATALIA JUNQUERA - Aranda de Duero
EL PAÍS - España - 04-07-2010
Un hombre que bendijo y asistió al fusilamiento de sus dos hermanos. Una alianza de boda que se resistió a los asesinos y fue a la fosa común con su dueño, permitiendo su identificación entre una maraña de huesos de víctimas 70 años después. Un hijo que encarga letras de bronce para escribir por primera vez en una lápida el nombre de su padre, muerto en 1936. Son algunas de las historias que salieron a la luz ayer en un emocionante acto para entregar a 44 familias los restos de otras tantas víctimas del franquismo exhumadas en cuatro fosas comunes en La Andaya (Lerma, Burgos). Algunos de los familiares habían viajado desde Brasil o Francia.
"Mi padre hoy podría ser mi hijo. Lo mataron cuando tenía 36 años y yo tengo ahora 78. Estoy muy contento de haberlo recuperado, he cumplido un sueño". Ampelio Antón acababa de recibir un pequeño cofre con los restos de su padre, carpintero fusilado y enterrado en una fosa común con otras 28 personas en 1936. Durante toda su vida, Ampelio ha buscado un esqueleto con reloj. En 2006 cuando la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica y la sociedad de ciencias Aranzadi abrieron la primera de las cuatro fosas que iban a aparecer en La Andaya, no lo encontró. Tampoco en las tres siguientes. Pero el análisis de ADN confirmó que uno de los 85 restos recuperados -40 no han sido aún identificados- era el de su padre. "Los forenses me han enseñado las balas que le mataron", contaba ayer, antes de llevar su cofre a la tumba que le ha preparado en su jardín, "con letras de bronce y una piedra especial que he encargado en Zamora".
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