EL PAÍS - 06-08-2010
Que un periodista vaya a Yenín y escriba una noticia positiva es una rareza. Si encima la noticia es cultural, resulta casi inaudito. Pero ayer Yenín, en otros tiempos ciudad-cantera de los suicidas palestinos, amaneció engalanada. La ocasión no era para menos. El único cine de una ciudad sin apenas lugares de esparcimiento abrió sus puertas. Cientos de curiosos se arremolinaban a primera hora de la tarde ante la reluciente alfombra roja, bajo un sol abrasador, a la espera de la llegada del primer ministro palestino, Salam Fayad, la activista Bianca Jagger y otras personalidades que apoyan el proyecto.
La mayoría de los habitantes están encantados con la novedad, pero también los hay que recelan de la iniciativa extranjera. En el mejor de los casos piensan que va a perjudicar a la cultura local y en el peor, que en la nueva pantalla se va a poder ver porno blando. El joven Raed Nur, que curiosea en los alrededores, es uno de ellos. "Este cine no encaja en nuestra sociedad. No es una buena idea. Acabarán enseñando escenas de sexo y en contra de la resistencia palestina", sostiene este universitario que apoya al movimiento islamista Hamás. Unos metros más allá, otro joven, que como Nur no ha visto en toda su vida una película en la gran pantalla, está muy emocionado ante la sesión que le espera en una de las 400 butacas burdeos con patas de hierro. "Hoy será mi primera vez", dice.
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