Unos 100.000 apátridas reclaman la nacionalidad kuwaití
ÁNGELES ESPINOSA 19/02/2011
"Nací en
el hospital de Ahmadi en 1956; mi padre también había nacido aquí, trabajó toda
su vida en la extracción del petróleo, primero con los británicos y luego en la
empresa nacional kuwaití, y en su certificado de muerte, en 1970, consta que
era kuwaití", contaba a esta corresponsal Ahmed durante una reciente
visita a Kuwait. Ahmed no era su verdadero nombre porque incluso en un país tan
abierto como ese emirato los bidún tienen miedo de hablar. Bidún
significa literalmente sin, sin papeles y sin derechos.
"No es tanto por mí, como por otra gente", justificaba este
hombre que es uno de las decenas de miles de apátridas kuwaitíes , hasta un 15% de quienes se
reclaman hijos de esta tierra. Kuwait tiene 2,7 millones de habitante, la mitad
de ellos trabajadores extranjeros.
¿De dónde era su abuelo? "Beduino, como la mayoría en esta zona del
mundo, iba y venía por la región buscando donde hubiera pasto para sus cabras;
entonces no existían las fronteras", explicaba Ahmed. Él, como otros +bidún+
entrevistados en aquella visita, insistían en que las raíces de todos los
habitantes del emirato eran las mismas: emigrantes de Arabia Saudí, Irán e
Irak. Entonces, ¿por qué unos consiguieron la nacionalidad y otros no?
"Mi padre, como mucha gente de su generación, no se preocupaba de
esas cosas. Venir desde Ahmadi hasta Kuwait no era tan fácil como ahora con las
autopistas, y cuando en 1965 un comité visitó la compañía y le ofreció la
nacionalidad de segundo grado, la rechazó porque él consideraba que era un
kuwaití original", relata sin amargura aparente. El artículo uno de la Ley
de Nacionalidad aprobada en 1959, dos años antes de la independencia de los
británicos, creó una categoría de "nacionales kuwaitíes originales",
con derecho a un mayor nivel de derechos y protecciones que a quienes
posteriormente se consideraría "nacionalizados".
Fuera por discrepancias como la del abuelo de Ahmed, por incapacidad para
probar su presencia continua en Kuwait desde 1920, o porque una vez presentada
la solicitud fue olvidada por las autoridades, numerosos descendientes de nómadas
cuyas tierras ancestrales estaban dentro de las fronteras del actual Kuwait y de
quienes emigraron desde los países vecinos para trabajar y perdieron el
contacto con sus países de origen, se encuentran hoy en un callejón sin salida
legal y personal.
"Al proclamarse la independencia en 1961 se formó un comité para
decidir quiénes eran nacionales", explicaba el ingeniero Sabah al Rayes,
"quienes no pertenecían a familias conocidas tenían que presentar a tres
ciudadanos que les avalaran, pero en un momento determinado el comité puso fin
a sus trabajos y algunos casos quedaron pendientes". Mientras se resolvían
esas reclamaciones, el Gobierno decidió extender a los afectados los beneficios
del Estado de bienestar de que empezaban a gozaban los kuwaitíes.
"Llegaron a ser cerca de 400.000", explica Al Rayes, que pertenece a
una de las familias +pata negra+. Y el Estado también sacó partido de ellos
empleándoles en la policía y las Fuerzas Armadas, sobre todo en la protección
de fronteras. Suponían la mitad de la población autóctona del emirato.
La invasión iraquí en agosto de 1990 dio un giro a su suerte. "En
realidad, a mediados de los ochenta ya empezó a notarse un cambio de actitud;
las autoridades empezaron a ponernos dificultades. La invasión les sirvió de
pretexto", recordaba Ahmed. Quienes habían salido del país, ya no pudieron
regresar. Otros fueron directamente deportados. Se cancelaron sus derechos y
con ellos su acceso a la educación, la sanidad o los trabajos en el sector público.
Su número se redujo a 120.000.
En mayo de 2000, el Parlamento kuwaití aprobó suavizar las exigencias de
ciudadanía para los 36.000 bidún nscritos en el censo de 1965, pero limitó el número
de naturalizaciones a 2.000 por año (600 a partir de 2002). Otros 8.000 fueron
incluidos al mes siguiente. El Gobierno anunció entonces que el resto (otros
36.000 según sus cifras) no tenía derecho a la nacionalidad y, por lo tanto, se
arriesgaba a la deportación si no regularizaba su presencia. Para ello, los
+bidún+ deben obtener pasaportes en sus países de origen, lo que para muchos
resulta imposible.
Lo que es más grave, los bidún carecen de vías legales para
reclamar sus derechos o apelar las decisiones de un Gobierno que aún así
reconocen como suyo. Cuestionados por organizaciones internacionales de defensa
de los derechos humanos, los portavoces oficiales hablan de "residentes
ilegales", sobre los que están dispuestos a considerar un "arreglo
humanitario", pero que aseguran no tienen fundamentos para reclamar
derechos en Kuwait.
"Nadie nos representa en el Parlamento; la ONU o la comunidad
internacional se silencian con dinero. Ya vería usted como si Kuwait dejara de
financiar a Naciones Unidas o echara a los americanos de su suelo, todo el
mundo oiría hablar de nuestro caso", aseguraba Ahmed durante nuestra
entrevista. Hasta ahora han sobrevivido "como los inmigrantes ilegales en
Europa, trabajando en mercados al aire libre, vendiendo coches de segunda mano,
descargando barcos o de la caridad". Pero las revueltas populares en otros
países árabes parecen haberles animado a salir a la calle a reclamar sus
derechos, justo ahora que el emirato celebra el 50 aniversario de su
independencia.
Sin papeles, ni él ni los suyos pueden
sacar el carné de conducir o la licencia de matrimonio. Sus hijos no existen en
ningún registro, pero en Sulaibiya, el barrio marginal en el que se concentran,
corretean entre las chabolas y las canalizaciones a cielo abierto, convencidos
de que están en su país. El peligro es que cuando crezcan la marginación les
haga receptivos a las ideologías extremistas que cortejan el emirato. "Es
un riesgo, pero hasta ahora todos somos leales a Kuwait", defendía Ahmed.
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