La Ría de Arousa conmemora el 90º aniversario del naufragio del 'Santa
Isabel'
SARA
VILA - Santiago - 01/03/2011
Aunque
la fama de peligrosa se la lleve la Costa da Morte, uno de los naufragios más
recordados del litoral gallego tuvo lugar algo más al sur, en la bocana de la
Ría de Arousa. En 1921, el buque Santa Isabel, un vapor correo, se fue a
pique a poco más de 100 metros de la isla de Sálvora, todavía habitada. El
valor de los vecinos de la isla que Cabanillas elevó a tierra sagrada quedó
grabado a fuego en la memoria de la comarca del Barbanza. Este año se cumple el
90º aniversario del hundimiento, y Xosé María Fernández Pazos sacará la segunda
edición del libro sobre la tragedia que publicó en el 1998, Sálvora: Memoria
dun Naufraxio. Se trata de una edición actualizada con nuevas fotografías
que estará en las librerías en unos días.
A la
1.50 de la madrugada el barco encalló en unas rocas próximas a Sálvora y se fue
a pique. Los vecinos de la isla, y muy especialmente tres jóvenes que luego se
convertirían en heroínas, prestaron auxilio a los viajeros y lograron salvar a
unas 56 personas. La hazaña les valió varias medallas al mérito así como el reconocimiento
de Muy noble, muy leal y muy hospitalaria a la villa de Ribeira,
concedido por el rey Alfonso XII.
El
buque había pasado por varios puertos del Cantábrico recogiendo emigrantes que
se dirigían a América. Su destino era Cádiz, de donde partían barcos más
grandes hacia el otro lado del Atlántico. Era la madrugada del 2 de enero del
recién estrenado 1921, cuando el Santa Isabel chocó contra las rocas al
intentar maniobrar para acceder a la Ría de Arousa. En los bajos de la
embarcación se abrieron varias brechas y en poco tiempo el Santa Isabel desapareció
bajo el agua. Aunque desde el buque intentaron pedir auxilio por radio, fue
imposible que en tierra comprendiesen lo que intentaban transmitir. Se qudaron
sin electricidad y fue imposible enviar un mensaje pidiendo auxilio.
"Estamos encima de las rocas de Sál...". Ese fue el último mensaje
que emitió por radio el Santa Isabel. Los telegrafistas de Finisterre
Radio no se imaginaron lo que estaba sucediendo y no pudieron avisar para poner
en marcha un equipo de salvamento.
Fue
el farero de la isla quien escuchó los gritos de los que viajaban en el buque.
Cuando se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo corrió hasta las casas, a dos
kilómetros del faro, para avisar a los vecinos. De Sálvora partieron tres
embarcaciones; una hacia Ribeira para avisar del naufragio, y las otras dos se
dirigieron al lugar donde se hundía el Santa Isabel para rescatar a los
supervivientes. Aunque los héroes acostumbren a ser hombres, en Sálvora hubo
tres mujeres que desde esa noche formarían parte del entramado mítico que
subyace tras el imaginario social gallego. Cipriana Oujo, de 25 años; Josefa
Parada, de 16; y María Fernández, de 14, tripulaban una de las dos
embarcaciones que se enfrentaron al oleaje para rescatar supervivientes del
naufragio. Fernández Pazos calcula que tras realizar varios viajes, estas tres
jóvenes rescataron a entre 15 y 20 personas. Aun así, 213 personas, entre
pasajeros y tripulantes, fallecieron en el Santa Isabel. No se
recuperaron los cuerpos de todas las víctimas. El Ayuntamiento de Ribeira tuvo
que reabrir un antiguo cementerio para dar cabida a los muertos en el
naufragio.
El
segundo oficial del Santa Isabel, el ferrolano Luis Cebreiro, también
quedó en la memoria de la comarca por salvar vidas aquella noche. Retuvo a
varios botes salvavidas hasta que amaneció, lo que permitió que con la luz del
día fuese más fácil evitar las rocas. Además, se negó a subir en un bote porque
era muy corpulento -lo llamaban El Toneladas- y temía hundirlo. Nadó
durante dos horas hasta Sálvora agarrado a una de las embarcaciones. Cebreiro
resultó ser el marinero más condecorado de la historia. "No sé si era gafe
o si fue casualidad que estuviera presente en muchos naufragios", cuenta
Fernández. Las tres mujeres recibieron la Cruz de Tercera Clase con Distintivo
Negro y Blanco del Consejo de Estado. Una cuarta también fue premiada por su
trabajo en tierra, Cipriana Crujeiras, que ofreció a los náufragos rescatados
comida y ropa seca. Varias ciudades como Vigo o Vilagarcía homenajearon a las
jóvenes.
Pero
también hubo una leyenda negra que acusaba a los vecinos de Sálvora de haberse
quedado con las pertenencias de las víctimas. De las tres heroínas poco más se
supo y se dice que evitaban hablar de lo que había sucedido aquella noche. De
hecho, Fernández Pazos explica que en el Ayuntamiento de Ribeira apenas hay
documentación sobre el naufragio. "Los vecinos decidieron correr un tupido
velo ante los rumores que los acusaban de raqueiros", explica. A
pesar de que el rumor se mantuvo, el autor del libro pudo constatar que esto no
fue cierto tras revisar una carpeta con documentación que guardaba el segundo
oficial del Santa Isabel, Luis Cebreiro.
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