La publicación de 'Correspondencia completa' manifiesta
el compromiso político y la lucha contra el fascismo de un autor que llevó la
lengua española a su cima
Nació, vivió y murió pobre. Esta fue la
constante que recorrió los 46 años de vida de César Vallejo. Su vida y también
su obra, un grito universal dirigido a hermanarse con el sufrimiento de todos
los pobres desde una comprensión honda y experimentada en carne propia. Él
venía de allí. Como dice a Público
el poeta Félix Grande, "no hay en toda su obra ni una sola
palabra que no haya sido sancionada por la experiencia". Condenado a la estrechez y la penuria,
el autor peruano optó por aceptar el dolor que no se puede arrancar y
trascenderlo e iluminarlo desde una obra poética que se situó en la cumbre de
la literatura en español.
Su poesía se vale por sí misma y la
biografía del autor tan sólo sirve para intuir las razones que produjeron ese
acontecimiento, desde la seminal y vanguardista Los heraldos negros hasta
España, aparta de mí este cáliz, inspirada en la Guerra Civil. Ahora, la
edición de Correspondencia completa (Pre-textos), un volumen que compila todas
las cartas que se han recuperado del autor hasta el momento, ayuda a seguir el
rastro de su obra a partir de sus peripecias vitales y, especialmente, el
despertar de un compromiso político que influyó profundamente en su poesía.
"Debemos unirnos los que sufrimos de la actual
estafa capitalista", escribió
"Debemos unirnos todos los que
sufrimos de la actual estafa capitalista para echar abajo este estado de cosas.
Voy sintiéndome revolucionario y revolucionario por experiencia vivida, más que
por ideas aprendidas", le escribía en diciembre de 1928, unos meses antes
del crash del 29, a su amigo el también poeta Pablo Abril de Vivero. Por aquel
entonces, la producción de Vallejo ya había virado desde el modernismo, el
irracionalismo y los ejercicios de escritura automática a una poesía de corte social en la que
se traslucían sus lecturas de Marx y una incombustible defensa
de los desfavorecidos.
El escritor peruano priorizaba siempre el corazón al
intelecto, incluso en sus trabajos más vanguardistas. A ciertos
vanguardistas terminó tachándolos de cobardes e indigentes, poetas con escudo
que no se atrevían a sumergirse en los pozos donde Vallejo extraía minerales
preciosos en forma de versos. "Uno teme que no le salga eficaz la tonada o
siente que la tonada no le sale, y como último socorro, se refugia en el
vanguardismo. Allí está seguro. En la poesía seudo-nueva caben todas las
mentiras y a ella no puede llegar ningún control", escribe en 1927.
El escritor peruano priorizó siempre en su
obra el corazón sobre el intelecto
Un año antes, tras coeditar con Juan Larrea
la revista Favorables, París, Poema, empezó a interesarse por la política
gracias a su implicación en otra revista, Foro. Vallejo viaja en varias
ocasiones a Rusia desde París, donde había llegado en 1923, y funda la rama
parisina del Partido Socialista. "Entonces no había otro ideario mejor que
el marxista para oponerse a los avances del fascismo. Vallejo es un buen
exponente de esa ejemplaridad humana, de esa imagen combativa, solidaria. Fue
como un emisario de su propia vida que también quería cambiar la vida",
explica José Manuel Caballero Bonald.
Sin panfletos
A ciertos vanguardistas los tachó de
cobardes e indigentes
Todos estos pasos dejan huella en su
creación, que comienza a
impregnarse de poemas políticos y civiles, de resistencia, lo
que se intensificará tras su estancia en España a principios de los años
treinta, donde llegó tras ser expulsado de París por hacer propaganda
comunista. En la capital se vincula a intelectuales y poetas como Rafael
Alberti, Federico García Lorca, Pedro Salinas o Gerardo Diego, con el que
también se intercambiará varias cartas que aparecen en la Correspondencia completa.
"Aunque toque el tema político, no lo
hace desde el panfleto, sino desde el encuentro con el misterio y lo
inesperado. Siempre hay en él una reivindicación de la dignidad humana",
subraya el poeta Vicente Gallego. Para Caballero Bonald, "su obra de más
arraigado compromiso político dispone de la misma excelencia lingüística que el
resto de su obra".
Su vinculación a la lucha contra el
fascismo se fortaleció con el estallido de la Guerra Civil. Vallejo visitó España en los primeros
meses de un conflicto que sintió como propio y que alumbró en
él, hombre de complexión endeble y salud precaria, una inquietud
revolucionaria. "Querríamos volar al mismo frente de batalla. Nunca medí
tanto mi pequeñez humana como ahora. Nunca me di más cuenta de lo poco que
puede un hombre individualmente", le escribe a Juan Larrea en octubre de
1936 desde París.
Tras visitar Madrid y Barcelona a finales
de ese año, el poeta regresa a París fortalecido por el clima de optimismo y
esperanza que se respiraba en la zona republicana: "De España traje una
gran afirmación de fe y esperanza en el triunfo del pueblo. Una fuerza formidable
en los hombres y en la atmósfera. Desde luego, nadie admite ni siquiera en
mientes la posibilidad de una derrota", le escribe de nuevo a Juan Larrea
en enero de 1937.
La imagen de Vallejo que se refleja en sus
cartas es la de un hombre permanentemente desinstalado. "Fue un gran desdichado
que nos sirve de ejemplo ante nuestras desdichas", afirma el poeta Carlos
Marzal. Llegó a Europa superada la treintena, después de varios fracasos
profesionales y sentimentales en su Perú natal. París le recibió con su cara
más dura, arrinconándole en una miseria económica que solo aliviaban sus
irregulares colaboraciones periodísticas.
La atracción de Marx
"Fue un gran desdichado que nos sirve
de ejemplo", dice Carlos Marzal
Pensó seriamente trasladarse a Rusia, donde
sintonizaba con el clima político, pero en ninguno de sus viajes a Moscú logró
establecerse. España también le atraía, como ejemplifica en una carta de 1925:
"Cada vez me convenzo más de lo admirable que es España, donde los
americanos nunca podremos sentirnos extranjeros. A cada instante salta el
recuerdo de nuestra tierra y las legendarias caballerosidad y simpatía que por
todas partes se respiran no pueden dejarnos indiferentes".
Vallejo siempre estuvo marcado por unos
orígenes en los márgenes sociales y raciales (sus abuelas fueron indias) que le
vincularon con las clases más pobres, una condición que se vio reflejada de
forma medular en su poesía. De joven también conoció de cerca el trabajo en las
minas peruanas, donde fue testigo de la explotación de los indígenas.
Para Félix Grande, "la causa de su
compromiso político es la piedad. Fue
la voz más escalofriante de la historia de las vanguardias,
precisamente porque su capacidad de misericordia fue abrumadora. El lugar a
donde llegan las palabras españolas en su poética es un lugar donde la poesía
no había llegado nunca". Vallejo murió en abril de 1938 en París a causa
de la reactivación del paludismo que sufrió de niño. Su origen le siguió hasta
el final. Él no quiso escapar.
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