Una exposición de la National Portrait Gallery, en Londres, incluye
casi 150 de sus fotografías.- Es la primera gran muestra dedicada a su obra en
30 años
NACHO
MENESES - Madrid - 01/03/2011
Mussolini.
George Bernard Shaw. Jorge V. Rudyard Kipling. Henry James... Todos coetáneos y
con un detalle en común: haber posado ante la cámara de Emil
Otto Hoppé (1878-1972), gran
protagonista de la fotografía de la primera mitad del siglo XX. De él, a quien
Cecil Beaton llamó el Maestro, se conoce hoy poco, y sin embargo fue en
su día tan famoso, o más, que aquellos a quienes retrataba. Artistas,
políticos, aristócratas, gente adinerada: todos querían aparecer en sus
fotografías, pero no solo ellos protagonizaron su obra. Más allá de los
privilegiados, Hoppé quiso plasmar en sus retratos a los menos afortunados,
aquellos que se situaban al otro extremo del espectro social.
La
muestra que, desde el pasado 17 de febrero y hasta el 30 de mayo se puede
visitar en la National Portrait Gallery
londinense, recupera para el gran público la obra de este retratista singular,
que iba para banquero en Shangai pero se hizo fotógrafo en Londres. "La
personalidad de la gente, dual y a menudo con muchas capas, es siempre más
absorbente que la de un lienzo. He sido afortunado porque mi vocación me ha
permitido echar un vistazo detrás de las fachadas, por así decirlo, de
tantos y tan interesantes hombres y mujeres", en palabras del propio
Hoppé.
Precisamente
su enorme habilidad para capturar la personalidad del modelo es, en palabras de
Phillip Prodger, comisario de la exposición, lo que le hace diferente y único.
Fotografía a celebridades, aristócratas, ricos... Pero también sale a la calle
en busca de aquellos a quienes la vida no ha tratado tan bien, gente sin hogar
o con trabajos básicos. "No conozco a ningún otro fotógrafo en la historia
que haya ido a polos tan opuestos, a lo más alto y más bajo de la sociedad",
dice Prodger. "Cuando hace eso, Hoppé se pregunta: ¿porqué alguien tiene
éxito? ¿Por qué no? Esos son los interrogantes que le motivan cuando trabaja.
"Una de las cosas por las que Hoppé era famoso fue por su habilidad
para conseguir que la personalidad de cada sujeto brillase en la fotografía.
Para hacerlo, redujo drásticamente la cantidad de decoración y ornamentación,
concentrándose realmente en el modelo. Así tienes la sensación, a veces casi
desconcertante, de estar en la presencia de ese personaje, casi como si
estuvieras manteniendo una conversación íntima con él".
Fascinado
por las cuestiones de movilidad social y racial, Hoppé reunió una colección de
retratos de estudio donde examinaba diferentes tipos de personas.
Fotografías realizadas sobre un fondo neutral e iluminadas desde arriba,
incluyendo solo la cabeza o el busto y dejando fuera cualquier detalle de la
ropa. Retratos -el cartero, una florista, etc.-donde la luz dignifica a los
modelos, a la vez que transmite su personalidad y les reduce a
"tipos", y que forman también parte de la exposición.
Gran
amigo de George Bernard Shaw, reconocido socialista, la conciencia
progresista de Hoppé se deja ver en sus obras. Aunque al parecer
"ambos estaban de acuerdo en muchas cosas", apunta Prodger, "tenía
una clientela con inclinaciones políticas muy diversas, y siempre puso un
especial cuidado en no vincularse a ningún partido concreto en
particular". No obstante, ciertos episodios de su vida dejan muy clara su
postura. Mientras vivió en los Estados Unidos, Hoppé mantuvo durante un tiempo
un estudio en Nueva York, y allí invitó a los más destacados líderes
intelectuales negros. "Debido a la discriminación racial de la época, no
se les permitía acceder por el ascensor principal, así que debían hacerlo por
el de servicio. Pero él quería invitarles, así que lo hizo".
Es
una ironía del destino que, cuando muchos artistas mueren sin recibir el
reconocimiento que merecen, alguien tan aclamado en vida como Hoppé cayera
durante tanto tiempo en el olvido. Para explicarlo, hay que remontarse a los
años 30, cuando decidió crear un archivo fotográfico y dejó de clasificar las
fotografías por artista, para hacerlo por temas. Además solía comprar obras de
otros fotógrafos, con lo que estos negativos y fotografías se fueron añadiendo
a las que él ya tenía. "Según se hizo más grande, sus obras estaban tan
diseminadas por el archivo que resultaba imposible saber donde estaban".
Sería en 1994 cuando Graham Howe, de Curatorial Assistance, encontró la
colección y decidió separarla, proceso que llevó meses.
Otro
de los proyectos de Hoppé incluídos en la exposición de la National Portrait
Gallery, El libro de las mujeres hermosas (1922), muestra retratos de
las mujeres que él consideró las más bellas del mundo. Un proyecto de enfoque
multicultural que contenía 32 modelos de 24 países diferentes, y cuya
publicación causó no poca controversia al plantear cuestiones filosóficas
acerca de la estética humana.
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