Los supervivientes de la
tragedia que hace medio siglo mató a 144 víctimas en Zamora reclaman que no se
olvide
TOMÁS F. RUIZ RIBADELAGO
(ZAMORA) 20/02/2011
Hace medio siglo que el
pueblo zamorano de Ribadelago sufrió una de las catástrofes más dramáticas de
la historia del franquismo. La presa Vega del Tera reventó la noche del 9 de
enero de 1959, provocando una inundación que dejó un balance de 144 víctimas.
El equipo de buzos que rastreó el fondo del lago de Sanabria encontró cuerpos
destrozados por la fuerza del agua. En su sentencia, la Audiencia de Zamora
dictó: "A pesar de las grietas y aumento de filtraciones se permitió que las
aguas alcanzaran un peligroso nivel". La condena a un año de prisión menor
por imprudencia temeraria nunca se cumplió, los abogados de la empresa Hidroeléctrica
Moncabril recurrieron y finalmente los condenados fueron indultados.
Mundo Obrero, prensa clandestina
del momento, en su número del 19 de enero de 1959 informaba de que "en el
consejo de administración de Moncabril figuran Pelayo Alonso Fernández, ligado
en negocios a doña Carmen Polo de Franco y hermano de un oficial de la guardia
personal del dictador; también figura Ricardo Goizueta y Díaz, socio de Nicolás
Franco en Aluminios Ibéricos y Manufacturas Metálicas Madrileñas".
Santiago Moreno, hijo del
abogado que representó a los damnificados, explica: "A mi padre lo
llamaban por teléfono amenazándolo y cantándole el Cara al sol y la
Guardia Civil le seguía los pasos. Le advirtieron que, si seguía en el caso, su
vida profesional y su carrera peligraban".
Dinero por silencio
Hoy en Ribadelago apenas
quedan supervivientes de la tragedia. Uno de ellos, miembro de la asociación
Hijos de Ribadelago (formada en recuerdo de las víctimas), es Jacinto Proy:
"Los muertos ya no podrán contar lo que sufrieron afirma. Si murieron de
repente o si tardaron horas en hacerlo. Después vinieron los abogados de
Moncabril a ofrecernos indemnizaciones a cambio de nuestro silencio. Aquello
fue una vergüenza. Nos decían: a usted le pagamos esto y se calla. Trataron a
los muertos como si fueran animales. Por una mujer tanto; por un niño, tanto
otro Advirtiéndonos que nos convenía llegar a un acuerdo en vez de acudir a
juicio".
Su padre fue despedido de
Moncabril por no abandonar la acusación contra la empresa y a él no le quedó más
remedio que emigrar fuera del pueblo. "Fue una mentira, una injusticia, un
crimen... dice hoy Jacinto Proy refiriéndose al juicio que se derivó del
accidente. Aunque no quisieron matar a nadie, aquello fue un crimen. No se les
puede llamar criminales, pero de hecho Gabriel Barceló y los otros responsables
del accidente fueron los causantes de que murieran 144 personas. Que yo sepa,
Gabriel Barceló nunca demostró ningún sentido de culpabilidad ni
arrepentimiento por lo que hizo".
Según relata Proy, antes
del accidente, y pesar de las quejas, Barceló se limitó a dar órdenes para
tapar las grietas que aparecían inyectando hormigón. "Había grietas. Claro
que nosotros sabíamos lo que nos podía ocurrir, pero no podíamos hablar: la
mayoría del pueblo trabajaba para Moncabril. De vez en cuando, alguno decía: un
día va a reventar la presa y nos va a inundar el pueblo. Pero nunca nos pudimos
imaginar lo que iba a pasar. Lo que hoy puedo decir es que en la Audiencia de
Zamora se nos vendió y que las vidas que truncaron en Ribadelago nunca las
pagará nadie. Si se pudiera, pediríamos que se juzgara de nuevo a los
culpables", insiste.
Gabriel Barceló Matutano,
sobre el que, como director gerente de Moncabril, recayó la máxima
responsabilidad del accidente, nunca cumplió el año de prisión y continuó su
ascendente carrera de ingeniero hasta ser indultado por Franco. En 1968, nueve
años después de la tragedia provocada en Ribadelago y en reconocimiento a los
servicios prestados al Estado, se le impuso la medalla de la Gran Cruz de la
Orden del Mérito Civil. Después del accidente de Ribadelago fue nombrado
ingeniero jefe del Instituto Nacional de Industria y ejerció como
vicepresidente y director general de varias empresas, entre otras Unión Eléctrica
Madrileña, Intoesa, y como consejero de Distribuidora Eléctrica.
Defensor nuclear
Entre otros libros,
Gabriel Barceló es autor de El Oficio de Mandar (1972) y El Dirigente
del Futuro (1974). Fue de los primeros ingenieros españoles que defendieron
las centrales nucleares en los años setenta: "La energía nuclear es la única
innovación industrial que no ha ocasionado un sólo muerto afirmaba Barceló
antes de que se produjera la catástrofe de Chernobil. Continuar con su rechazo
sería un duro golpe para la economía nacional", defendió.
Fallecido
en 1988, hoy el más directo heredero de su imperio es su hijo, Gabriel Barceló
Rico-Avello, que acumula varios cargos públicos en materia energética y es, en
la actualidad, presidente de las empresas Advanced Dynamics S.A. y Dinámica
Fundación. Consultado sobre la tragedia de Ribadelago, Gabriel B. Rico-Avelló
se ha negado a hacer declaraciones.
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