PERE RUSIÑOL - Público - 05/11/2009
Imre Nagy lo intentó en 1956, pero su deseo de hacer compatible comunismo y libertad en Hungría fue abortado por los tanques soviéticos. Alexandr Dubcek quiso construir un socialismo con "rostro humano", pero su experimento de 1968 fue aplastado con la misma saña por los mismos tanques. Y cuando Mijaíl Gorbachov siguió su estela en el centro del imperio y lanzó la perestroika en 1987, su reforma acabó derrumbando el sistema en su cojunto: el Muro de Berlín cayó en 1989, hace ahora 20 años, y la mismísima Unión Soviética fue engullida por la historia poco después, en 1991.
¿Era posible reformar el comunismo soviético nacido en la Revolución de Octubre de 1917? ¿O, por el contrario, cualquier apertura política que permitiera la libertad de opinión y de pensamiento llevaba inevitablemente hacia la voladura del sistema?
La gran mayoría de expertos coinciden en que el "socialismo con rostro humano" sobre esas bases era una quimera, al menos cuando su anquilosamiento lo había reducido a cartón piedra y represión.
El historiador británico Tony Judt, probablemente el mayor experto en la segunda mitad del siglo XX tras su monumental Postguerra (Taurus), lo tiene claro: "El comunismo era imposible de reformar", explica a Público. Y aclara: "Era imposible en la dirección que querían Gorbachov y Dubcek: una sociedad liberal, o liberalizada, una economía más o menos socialista, un Estado comunista sin el monopolio comunista del poder. Estos objetivos son contradictorios y no podían ser conseguidos por un partido cuya única razón de ser era tener el monopolio del poder político y económico".
Otra cosa, agrega Judt, sería reformar el sistema liberalizando la economía, que como muy bien ha demostrado China sí es posible. Pero en su opinión, el sueño de "comunismo en libertad" que en Occidente ensayaron sin llegar nunca al poder desde eurocomunistas, gramscianos y sesentayochistas de todo tipo era en realidad una ensoñación.
Dentro del bloque soviético, uno de los raros intentos intelectuales por volver a conectar el "socialismo real" con la libertad lo hizo el húngaro Georg Lukács, fallecido en 1971. Su principal discípula, Agnes Heller, profesora en la New School de Nueva York, coincide con Judt: "La política totalitaria puede ser modificada, pero no reformada", explica.
"Lo que puede suceder es que unas pocas esferas sociales, como la económica, dejen de ser totalitarias, como en China. Pero nunca la política", argumenta Heller, quien subraya que "estos sistemas políticos no son reformables nunca; una mera reforma social en el Bloque del Este europeo hubiera llevado de forma ineludible al colapso del sistema de dominación político, puesto que esta ideología dejaba de funcionar".
Lothar Bisky, antiguo apparachtik del partido único en la extinta República Democrática Alemana y hoy eurodiputado y copresidente de La Izquierda, admite que Gorbachov llegó "demasiado tarde, cuando las bases económicas y la gente ya no confiaba en la idea de socialismo".
"El llamado sistema socialista que existía en el este europeo tenía defectos desde el principio, pero en algún momento su reforma hubiera sido posible", continúa Bisky. Y concluye, en referencia explícita a Nagy y Dubcek: "Merecía la pena intentarlo. El intento de construir una sociedad sin explotación y opresión hubieran salvado el sistema del colapso".
Sin horizonte de autogestión
¿Por qué no fue posible, entre las élites comunistas en descomposición, al menos intentar evitar la llegada inmediata del capitalismo a finales de la década de 1980? En opinión de Carlos Taibo, profesor de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y experto en la URSS de Gorbachov y las transiciones en el este de Europa, en ese momento "la dirección soviética rehuyó claramente cualquier horizonte autogestionario con la entrega de las empresas a los trabajadores que hubiese preservado un modelo diferente.
Entre aquellas élites forjadas en la impostura, nadie creía ya en algo que evocara a algún tipo de socialismo. Nadie con poder en aquellos momentos cruciales ni en un bloque ni el otro tenía interés en explorar alternativas al capitalismo: "Ese modelo [autogestionario] no interesaba ni a la burocracia soviética ni a las potencias occidentales", recalca.
El modelo alternativo ni siquiera se intentó en Hungría, el único país del bloque en que el proceso fue promovido y gestionado en su totalidad por el poder comunista, luego reconvertido en socialista. Pal Tamás, director del Instituto de Sociología de la Academia húngara, lo explica porque "las élites eran muy débiles en todo el bloque y los ciudadanos llevaban años sin acceso a información real". Su única información era que al otro lado del Muro todos eran ricos. ¿Para qué necesitaban un socialismo con rostro humano?
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