martes, 17 de novembro de 2009

La decisión del Rey


FRAGMENTO LITERARIO: LECTURA Historia de España en el siglo XX

Julián Casanova y Carlos Gil Andrés profundizan en los hechos más relevantes de nuestro pasado reciente. Uno de ellos fue la opción tomada por don Juan Carlos desde su coronación

JULIÁN CASANOVA Y CARLOS GIL ANDRÉS - El País- 15/11/2009

A las 12 horas y 35 minutos del 22 de noviembre de 1975, los acordes del himno nacional anunciaron la entrada del príncipe Juan Carlos de Borbón y Borbón, vestido con el uniforme de capitán general, en el hemiciclo de las Cortes. En su interior, puestos en pie, le esperaban los miembros del Gobierno, los procuradores y consejeros nacionales y los invitados que llenaban la tribuna superior. Después de ocupar el sitio de honor dispuesto en la presidencia del estrado, el presidente de las Cortes y de los Consejos del Reino y de Regencia, Rodríguez de Valcárcel, procedió a tomar juramento al nuevo rey según lo dispuesto en la Ley de Sucesión de la Jefatura del Estado: "Juro por Dios y sobre los Evangelios cumplir y hacer cumplir las Leyes Fundamentales del Reino y guardar lealtad a los principios que informan el Movimiento Nacional". A continuación, Juan Carlos I pronunció su primer mensaje dirigido a la nación, un discurso de apenas doce minutos que contenía referencias esperanzadoras. El monarca declaró el inicio de "una nueva etapa en la historia de España", manifestó su deseo de alcanzar un "efectivo consenso de concordia nacional" y su intención de integrar a "todos los españoles", admitió la existencia de "peculiaridades regionales", la necesidad de realizar "perfeccionamientos profundos", el "reconocimiento de los derechos sociales y económicos" y la apuesta decidida de la Corona por la integración en Europa.

Pero esas frases no fueron las más celebradas por los concurrentes. La crónica de La Vanguardia recogió el detalle de la duración de los aplausos que interrumpieron el discurso del Rey. Treinta segundos cuando recordó con respeto y gratitud la figura de Francisco Franco, diez segundos después de invocar el buen nombre de su familia y la tradición monárquica de cumplimiento del deber y de servicio a España, diecisiete segundos cuando subrayó "las peculiaridades nacionales y los intereses políticos con los que todo pueblo tiene derecho a organizarse de acuerdo con su propia idiosincrasia". La interrupción más larga, treinta y cinco segundos, llegó después de que el Rey recordara la lucha "por restaurar la integridad territorial de nuestro solar patrio", una de sus más firmes convicciones. Los últimos aplausos no fueron para él. Al terminar el discurso, y después del grito unánime de "¡Viva España!", todos los procuradores y consejeros nacionales se volvieron hacia la tribuna de invitados para ovacionar durante veinte segundos a Carmen Franco Polo, "un último homenaje al Generalísimo Franco". En el mismo periódico, el dibujante Máximo San Juan publicó una viñeta con un mapa de España con terciopelo bordado sobre el que descansaba la corona y el cetro, y añadió un texto que resumía bien las esperanzas y las preocupaciones de quienes, fuera del hemiciclo, esperaban encontrar en las primeras palabras del Rey gestos que pudieran interpretarse como una apuesta por el cambio hacia una sociedad democrática. (...)

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