luns, 2 de novembro de 2009

"Los nazis eran seres humanos, ése es el problema"


JACINTO ANTÓN- El País- 01/11/2009

¿Cómo se gesta un genocida? ¿Influye el subdesarrollo sexual? Este historiador alemán ha escrito una apasionante biografía de Heinrich Himmler, uno de los peores criminales nazis.

Himmler. No imagina uno persona peor. Jefe de la Gestapo y de las SS, ministro del Interior de la Alemania nazi, comisario étnico y organizador de la Solución Final, el exterminio de los judíos. A escribir su biografía, sumergiéndose en sus crímenes, sus extravagancias y su infecta alma, se ha entregado durante años el historiador alemán Peter Longerich (Krefeld, 1955). El resultado es un libro monumental (Heinrich Himmler, RBA) que radiografía como nunca la acción política, la carrera asesina y la compleja psicología del siniestro personaje, ofreciendo a un tiempo una de las más preclaras descripciones de cómo se desarrolló en el seno del gobierno hitleriano la cadena de decisiones y circunstancias que condujeron al Holocausto. No parece que a Longerich le haya afectado excesivamente la larga convivencia con Himmler: es una persona simpática y agradable (aunque se deja invitar a la comida) y, de hecho, al acabar de escribir sobre el Reichsführer-SS, en vez de salir corriendo en dirección contraria, se puso a hacerlo sobre Goebbels, que es como ir de un basilisco a otro.

Director del Centro de Investigación sobre el Holocausto e Historia del Siglo XX en Royal Holloway (Universidad de Londres), donde trabaja con otro de los grandes especialistas en el III Reich, el historiador británico David Cesarini (autor de la biografía de referencia sobre Eichmann: lo que han de disfrutar los dos estudiosos yendo de copas juntos), Longerich hace más que escribir y enseñar sobre el nazismo: tuvo un activo papel como testigo en el proceso que significó el descrédito de David Irving, documentando la responsabilidad absoluta de Hitler en las políticas de exterminio, y además ha colaborado en la lucha contra los neonazis y el negacionismo, una actividad sobre la que pide discreción. La cita con el profesor es en su despacho en Royal Holloway, Egham, un college de lo más británico cuyo edificio principal, de época victoriana e inspirado extravagantemente en el Château de Chambord, recuerda la Escuela Hogwarts de Harry Potter.

Cuando Longerich llega lo esperan en la puerta, además del periodista, dos jovencitas que le entregan entre tímidas risitas un trabajo sobre el Mein Kampf. Aunque quien firma estas líneas encuentra que el despacho es ideal para la entrevista -en las estanterías reposan The Waffen SS, de Geschichte, y la voluminosa Enzyklopadie des Holocaust, por no hablar de que por la ventana pueden verse entre los árboles dos altas chimeneas de ladrillo (resulta que son de las viejas cocinas del colegio, pero es imposible no pensar en referentes más siniestros)-, el historiador decide que vayamos a comer en su coche a un pequeño restaurante especializado en pescado en Egham. Longerich encarga para los dos sopa de marisco y lenguado al limón. Él come con gusto. Después de tanto tiempo, Himmler no le quita el apetito. (...)

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