Los 'camisas negras' de la Guadia Húngara siembran el terror entre los gitanos del país. El movimiento ultra se nutre de jóvenes nacidos ya en democracia.
PERE RUSIÑOL - Público - 31/10/2009 08:00
Las cruces flechadas lideraron en la II Guerra Mundial la represión nazi en Hungría, que costó la vida a 600.000 judíos. Hoy sus camisas negras, sus banderas rojiblancas y sus gadgets de la Gran Hungría han vuelto a las calles de Budapest y de todo el país a la caza de un nuevo enemigo interior: los gitanos.
Veinte años después de la caída del Muro de Berlín, el malestar en el este de la UE se ha hecho visible como nunca en dos lustros, desde las resistencias al Tratado de Lisboa de checos y polacos hasta las heridas abiertas por la hecatombe económica en el Báltico. Pero lo que más luces de alarma ha encendido en Bruselas es el auge de la Guardia Húngara, las fuerzas paramilitares que se inspiran en las cruces flechadas y que sirven a los intereses de Jobbik (Movimiento para una nueva Hungría), partido de extrema derecha que logró de la nada el 15% de los votos en las pasadas elecciones europeas.
"Estamos gobernados por una mafia que ha vendido el país a Occidente y que no protege a su propia gente del crimen gitano. Por tanto, sólo nos queda organizar nuestra propia seguridad", explica Zsolt Várkonyi, responsable del Área de Internacional de Jobbik en la minúscula sede central del partido, en el burgués barrio de Buda.
A sus espaldas destaca un enorme mapa de la Hungría de antes de la I Guerra Mundial, la "gran nación" luego "troceada y repartida por nueve países". Pero lo que de verdad le mueve, tanto como recuperar la grandeza perdida de la Nación, es el combate contra el multiculturalismo: "Una sociedad necesita valores comunes; la mezcla es nociva", sostiene. Tras una hora de conversación, quedan claros sus enemigos: judíos, homosexuales y, sobre todo, gitanos, que representan el 6% de la población húngara y a los que atribuye todos los crímenes imaginables: vagancia, prostitución, proxenetismo, robo, asesinato. "Los gitanos son así", se encoge de hombros.
Este partido, con este discurso, logró el 15% de losvotos en las pasadas elecciones europeas al incorporar como cabeza de lista la cara amable de Krisztina Morva, abogada de lejana tradición progre reconvertida a la causa ultra, y superó el 40% en ciudades de provincia con tradición obrera como Ozd, hasta entonces un bastión socialista. Y lo que es más inquietante: el gran salto en las generales de 2006 había obtenido apenas el 2% se ha producido después de que el país registrara el asesinato de una decena de gitanos en poco más de un año en circunstancias nunca aclaradas del todo.
Jobbik era irrelevante hasta que en 2007, en plena descomposición del Gobierno socialista aún en el poder, pero con un Gabinete técnico creó la Guardia Húngara y la mandó a desfilar por las calles de Budapest y por todas las plazas de población gitana para amedrentar a esa minoría. Visten como las cruces flechadas, patrullan emulando a los militares y, aunque los tribunales acaban de prohibir sus actos, suman más de 4.000 activistas y siguen desfilando como si nada, ante la impotencia de las autoridades.
La Guardia Húngara cuenta además con un cuerpo de élite: los Carabinieris. "Cualquier patriota puede ser miembro de la Guardia Húngara, incluidos mujeres, niños y ancianos. Pero los Carabinieris tienen que ser muchachos fuertes", explica Várkonyi, que se sumó a Jobbik tras dejar, por blando, el partido derechista Fidesz, socio del Partido Popular en Europa y gran favorito en las elecciones previstas para el año que viene.
"El ambiente ha empeorado mucho y es peligrosísimo", advierte Eva Simon, de 34 años, abogada de la Unión de Libertades Civiles de Hungría, quien añade: "La Guardia Húngara organiza marchas para asustar y la tensión va en aumento. Hemos visto asesinatos, lanzamiento de cócteles molótov, cosas que nunca antes habían pasado. Y siempre da la sensación de que en el lugar donde marcha la Guardia luego pasarán cosas horribles". (...)
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