Resulta arduo separar el mito de la realidad en la historia de la leyenda del arte psicótico de Martín Ramírez, jornalero mexicano sin estudios, fallecido en 1960 a los 75 años tras pasar las últimas tres décadas de su vida en el hospital estatal De Witt, en Auburn (California), bajo diagnóstico -probablemente equivocado- de tuberculosis, trastorno maniaco depresivo, esquizofrenia catatónica y sordomudez. La exposición que con el título Marcos de reclusión le dedica desde esta semana el Museo Reina Sofía es una invitación a deslizarse por la espiral de 60 de sus dibujos abismales, intrigantes y poderosos en pos de su misterio y, al mismo tiempo, a esclarecer algunos de los malentendidos que rodean a este artista y al resto de los que las enciclopedias colocan en la categoría de arte marginal o primitivo, art brut o pintura de enfermos mentales.
venres, 2 de abril de 2010
El arte psicótico de Martín Ramírez
En esto último confía Brooke Anderson, entusiasta comisaria de la exposición, directora del Centro Contemporáneo del Folk Art Museum de Nueva York y detective de todo lo de Ramírez. Aún recuerda cómo en los ochenta, cuando era una estudiante apasionada por la cara B del arte norteamericano, "se contaban toda clase de mitos sobre él". "Se decía que escondía sus dibujos, que se forraba con ellos para ocultarlos bajo la ropa, que era sordo, mudo o ambas cosas, chileno o de alguna parte de Arizona. La perfecta cristalización del outsider americano", explica mientras camina de un lado a otro entre los cuadros aún por colgar de las paredes del palacio Villanueva, antiguo y siniestro hospital, lugar propicio para el arte de Ramírez.
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