Muchos son quienes rechazan en China el Gobierno totalitario del PCCh. Pero son pocos si se compara con el ingente tamaño de su población, más preocupada por mejorar sus condiciones de vida o seguir las pautas de Deng Xiaoping -"hacerse rico es glorioso"- que por lograr unas libertades que nunca han tenido. Quienes alzan la voz demasiado alto -ya sea para pedir pluralidad política, reivindicar libertades religiosas o denunciar la corrupción o los abusos- acaban en la cárcel, son víctimas de maltrato e incluso tortura, o terminan callando para no seguir sufriendo las presiones de las autoridades.
Liu Xiaobo es uno de los casos más representativos. Este escritor de 54 años, que participó en las protestas de Tiananmen, fue condenado en diciembre pasado a 11 años de prisión por su papel en la elaboración de la Carta 08, un manifiesto que pide profundas reformas democráticas. Liu fue acusado de "incitar a la subversión del poder del Estado". Anteriormente pasó 20 meses en la cárcel y fue internado 3 años en un campo de trabajo. Centenares de intelectuales de todo el mundo, como el ex presidente checo Václav Havel, los escritores Salman Rushdie y Umberto Eco y varios premios Nobel de Literatura, han pedido su liberación. En enero pasado fue propuesto para el Nobel de la Paz de 2010 por Václav Havel y el Dalai Lama, entre otros. "El Gobierno chino ha endurecido el trato a los disidentes. El Partido Comunista no respeta la Constitución china", asegura por teléfono su esposa, Liu Xia.
Otro de los disidentes que han sufrido duras condenas recientemente es Guo Quan, un profesor universitario que fundó un partido opositor clandestino. Fue sentenciado a 10 años en octubre pasado por "subversión del poder del Estado". Su carta abierta al presidente chino, Hu Jintao, en 2007 pidiendo elecciones y sus críticas a la respuesta gubernamental al terremoto de Sichuan -mayo de 2008- provocaron la ira de las autoridades.
La misma acusación se empleó contra Hu Jia, de 36 años, un reconocido defensor de los enfermos de sida y del medio ambiente que simpatizó con las víctimas de Tiananmen. Hu Jia, licenciado en Economía, denunció los Juegos Olímpicos de Pekín como una farsa y un "juego político". En abril de 2008 fue condenado a tres años y medio de cárcel. En diciembre del mismo año, el Parlamento Europeo le concedió el Premio Sájarov de derechos humanos.
Tan Zuoren, de 55 años, fue sentenciado a cinco años en febrero pasado, también por "subversión", tras haber denunciado la construcción defectuosa de muchas de las escuelas que se derrumbaron durante el terremoto, sepultando a miles de niños. Tan fue acusado de atacar al PCCh en artículos sobre las manifestaciones de Tiananmen. Ai Weiwei, uno de los artistas más prominentes de China y gran crítico del Gobierno, que quiso asistir a su juicio en agosto pasado, fue golpeado por la policía en el hotel de Chengdu (capital de Sichuan) en el que se alojaba. Los agentes se presentaron en su habitación a las tres de la mañana y no le dejaron salir hasta que terminó la vista.
Otro opositor, el abogado Gao Zhisheng, de 44 años, que a finales de marzo dio señales de vida tras más de un año en paradero desconocido, dijo, sin embargo, el miércoles pasado a la agencia Associated Press que abandona su activismo para intentar reunirse con su familia, que huyó en enero de 2009 de China y se refugió en Estados Unidos.
Gao propugnó una reforma constitucional y ha defendido casos muy sensibles, como los miembros del ilegalizado movimiento de inspiración budista Falun Gong. En 2006 fue condenado a tres años de cárcel por subversión, pero la sentencia fue suspendida por cinco años. Antes de su desaparición dijo que durante su detención en 2007 recibió descargas eléctricas en los genitales y le aplastaron cigarrillos encendidos cerca de los ojos. Esta semana, Gao pidió perdón por "defraudar" a quienes le han apoyado y dejó entrever que ha llegado a un pacto con las autoridades para poder contactar con su familia y quizá algún día reunirse con ella.
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