JESÚS DUVA
Un sencillo nicho del cementerio de Algeciras alberga el cadáver de Ignacio Molina Pérez. Ese nombre, junto con la fecha de su muerte (26 de mayo de 1990), es la única inscripción que tiene la lápida de mármol negro. Nada se dice de su empleo de teniente coronel de la Guardia Civil. Y menos aún, claro, de su pertenencia a los servicios de información militar de Franco. Ni que se convirtió en uno de los mejores colaboradores del Abwehr, el órgano de espionaje nazi, en el Campo de Gibraltar. Ni que era primo carnal del notario Blas Infante Pérez de Vargas, el padre de la patria andaluza, que fue fusilado por falangistas al inicio de la Guerra Civil.
El nombre de Ignacio Molina -ni él ni su primo Blas Infante usaron casi nunca el apellido Vargas- ha saltado ahora a la palestra porque el Gobierno de Londres ha decidido hacer públicos dos abultados cartapacios marcados con el sello de top secret. Se guardan en los Archivos Nacionales con la clave numerada KV2/3123. En uno de los documentos se detalla cómo Molina cayó en una trampa que le tendieron los británicos destinada a engañar a los nazis acerca del lugar del desembarco que supondría el principio del fin de la Segunda Guerra Mundial.
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