TEREIXA CONSTENLA - Salamanca
Algo minúsculo causa un gran escalofrío a la entrada de la sala Santo Domingo de la Cruz, en Salamanca. Es un fragmento diminuto de la alambrada que cercó el espanto mayúsculo de Mauthausen. Allí acabaron 7.300 españoles republicanos, que primero perdieron la guerra en España y luego el combate contra el nazismo en Francia. Cuando el campo fue liberado el 5 de mayo de 1945, apenas seguían vivos unos 2.000. El hambre, la enfermedad y la extenuación por el trabajo en una cantera hicieron a menudo la labor que el asesinato planificado dejó pendiente. Ramiro Santiesteban fue uno de los que vivió para contarlo. Hoy acudió a Salamanca para inaugurar la exposición "Supervivencia, testimonio y arte. Españoles en los campos nazis" con un bagaje humilde en el bolsillo. Entrecortado por la emoción, dijo que sus únicos méritos habían sido ser más joven y gozar de mejor salud que los fallecidos.
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