François Maspero destaca en un ensayo la "propaganda emocional" de la fotógrafa Gerda Taro en la Guerra Civil
Seguirle la pista a la sombra del fotógrafo Robert Capa es una tarea pendiente que François Maspero ha iluminado tenuemente. Su rastro ha quedado desvirtuado por la falta de testimonios que alabaran su trabajo en la Guerra Civil española: toda su familia fue exterminada por los nazis, Capa saltó por los aires al pisar una mina en 1953, en Indochina. Después de la guerra, no quedaba nadie que pudiese presentarse en nombre de Gerda Tardo y preocuparse de su obra fotográfica, como explica François Maspero (París, 1932) en sus conclusiones en el libro Gerda Taro, la sombra de una fotógrafa, que La Fábrica Editorial publicará la semana que viene.
El editor y periodista trabaja desde 1959 con las fotografías de Capa y Taro, de ahí que sea una de las fuentes esenciales para recuperar la historia de la pareja de fotógrafos. A pesar de hacer un repaso biográfico exhaustivo, basado en el libro de la historiadora alemana Irme Schaber, las conclusiones de Maspero añaden más literatura a una vida en el aire. En su caso, la ficción le ha llevado tan lejos que ha construido un arranque inverosímil en el que se imagina una entrevista con una Taro anciana, superviviente a aquel atropello del tanque en Brunete, situada como la mejor fotógrafa de gatos a los noventa años de edad.
Al margen de esta licencia, Maspero se apoya en la autoría de las 300 fotografías para apreciar que la foto es una cuestión de género: "Los hombres hacen las guerras y las mujeres las padecen. Tal vez eso explique por qué en algunas de las últimas fotos de Gerda encontramos menos pudor y control que en las de Capa: vemos cadáveres y sufrimiento, en imágenes que denuncian a gritos la agonía de los pueblos impotentes".
La cámara, su arma
Ambos, Taro y Capa, tomaron partido desde el principio en la Guerra Civil española, aclara para ir más allá al asegurar que la fotógrafa murió "porque no soportaba lo que ocurría". Y se explica: "Porque se empeñó en la derrota, porque se obstinó en su deses-perado deseo de una victoria que, en su calidad de testigo visual, deseaba inmortalizar", piensa Maspero. "Quiso usar su cámara como arma".
Gerda Taro ofrecía la imagen de pureza revolucionaria definitiva gracias a su muerte, que es la que ha llegado hasta nuestros días, convertida, apunta Maspero, en "una especie de Juana de Arco del comunismo". Insiste en esta línea para marcar la diferencia entre las fotos que se suponen son de Gerda y no de Capa: indican una tendencia más firme en ella a "amoldarse a las exigencias del realismo socialista". Es lo que Orwell describiría como "propaganda emocional exagerada". A pesar de ello, no llega a ser una fotógrafa revolucionaria como Tina Modotti, ni llega a tratar la intimidad de un pueblo que captó Kati Horna.
Entre los testimonios que el editor francés recoge destaca el del comisario político Alfred Kantorowitcz que ya transcribió Fernando Olmeda en su libro Gerda Taro. Fotógrafa de guerra(Debate),quien la describió como alguien a la que le "encantaba creer que una aparición suya en el frente, en los momentos crudos de los contraataques fascistas, tendría sobre nuestros hombres el efecto de un estandarte; que el encanto que poseía, su audacia y su participación les daría valor y convencería a las escasas y reticentes Brigadas Internacionales de hacer otro esfuerzo más".
Para François Maspero, Gerta Taro, antes Gerda Pohorylle, fue una mujer en un mundo de hombres, que reivindicó su libertad, aunque pusiera su pensamiento a cargo de la política.
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