DIEGO A. MANRIQUE - Madrid
Parecen delirios alucinógenos de James Ellroy pero responden a una realidad documentada: el FBI y otras ramas del Gobierno estadounidense investigaron a intérpretes de rock, folk o pop. Lo explica el historiador italiano Mimmo Franzinelli en su reciente libro Rock & servizi segreti.
El interés del FBI por la farándula derivaba de su fundador, J. Edgar Hoover, que asumía que cualquier información daba poder. Desfilaban los presidentes pero Hoover se mantenía, gracias a su perfil mediático... y sus dosieres. En su momento, los trapos sucios de Frank Sinatra servían para presionar a los Kennedy, que compartían su debilidad por la carne femenina. Sus criterios eran misteriosos: del showman Liberace no se registró su homosexualidad sino su afición a las apuestas clandestinas.
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