FERRAN BALSELLS - Tarragona
"Excavaremos justo aquí". Imma Teixell, arqueóloga municipal de Tarragona, clava los zapatos en el corazón de la catedral y a unos cinco pies bajo sus suelas deberían de hallarse las ruinas de un templo perdido durante siglos: el santuario dedicado a Julio César Augusto, heredero de Julio César, primer emperador de Roma, el soberano que encumbró Tarraco hasta la cima del mundo al proclamarla capital, provisional, del Imperio Romano, cuando trasladó allí su sede del 27 al 24 antes de Cristo. No muy lejos de aquellas fechas sus notables dedicaron a Augusto un templo que la era moderna nunca ha localizado con certeza. "Templum ut in colonia Tarraconensis in omnes provinciam exemplum", suspira casi en trance Josep Maria Macies, del Instituto Catalán de Arqueología Clásica. El doctor latinea a Tácito, por cuya obra se asume que el templo se mandó construir el año 15 para dar ejemplo al resto de provincias. "No es un templo, es el templo", precisa Macies.
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