domingo, 4 de abril de 2010

Eva, la cómplice inquebrantable



JUAN GÓMEZ - Berlín
EL PAÍS - Cultura - 02-04-2010

El delirio nazi era muy mirado con el papeleo. Cuando el funcionario Walter Wagner llegó al búnker de la Cancillería el 28 de abril de 1945 para celebrar la boda entre Adolf Hitler y Eva Braun, se encontró con que faltaban documentos para tramitarla. Hubo que posponer la ceremonia para darle tiempo a conseguirlos. Tras constatar Wagner horas más tarde que la "ascendencia aria" y la salud genética de los novios permitía un enlace conforme a las leyes racistas del régimen, los casó en la madrugada del 29 entre paredes de hormigón de cuatro metros de espesor. Esa mujer bávara de 33 años sólo despertaría dos mañanas como Eva Hitler. El "imperio de los mil años" se había desmoronado en apenas doce, las grandes ciudades alemanas ardían bajo las bombas y el Ejército Rojo pisaba ya las grandes avenidas berlinesas. El 30 de abril, el matrimonio Hitler ingirió sendas cápsulas de ácido prúsico. Adolf, 23 años mayor que su ya difunta esposa, se pegó además un tiro en la cabeza. Ella prefirió dejar "un cadáver hermoso".

En un coloquio celebrado en Berlín, la autora reconocía en marzo la dificultad principal de su trabajo, la "muy escasa documentación" original sobre Braun. Si bien "pidió a su hermana que conservara las cartas del Führer", estas no se han encontrado nunca. A juicio de Görtemaker, Braun "quería pasar a la historia fuera como fuera y también que se conociera su relación con Hitler". Las mujeres del círculo más cercano al dictador, Braun y las esposas de Martin Bormann y Rudolf Hess, "se enteraban de todo lo que pasaba". La propia Braun se convirtió paulatinamente en la anfitriona de la casa de Hitler en Obersalzberg, el Berghof constantemente visitado por los gerifaltes nazis. Allí, con intención propagandística, tomó muchas de las fotos privadas que se conservan en los archivos de Heinrich Hoffmann.

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