Un grupo de periodistas, fotógrafos y cineastas documenta el calvario de los migrantes que atraviesan México
El asesinato de 72 sin papeles en México en agosto pasado levantó, junto a la comprensible estupefacción,
un interrogante: ¿qué hay detrás de todo esto? La historia de la
masacre de Tamaulipas está por escribir, pero la del fenómeno más
general en la que se inserta está en las librerías: las crónicas de Los migrantes que no importan
(Icaria editorial) son una de las tres piezas de un proyecto documental
en el que han trabajado periodistas, fotógrafos y cineastas
hispanoamericanos. Un trabajo que ya estaba terminado cuando la matanza
de Tamaulipas, y por eso saben lo que hay detrás: "Nos vemos en la próxima masacre", tituló uno de ellos un artículo pocos días después.
Óscar
Martínez (El Salvador, 1983) es el autor de las crónicas y de ese
artículo donde sostiene que "la masacre empezó en 2007". Con el empuje
de un modesto periódico digital salvadoreño, Elfaro.net, una productora
audiovisual catalana, Ruido-photo, y la poderosa fundación de George
Soros, OpenSociety, Martínez ha pasado un año viajando a pie,
en autobús y en tren con los centroamericanos que cruzan México camino
de EEUU. "Este libro empezó por la rabia. Lo curioso es que en ese mismo
lugar terminó", se lee en el prólogo.
En 2007, el brazo armado de uno de los cárteles de la droga mexicanos
se convirtió a la industria del secuestro de migrantes. "La conversión
de los Zetas es lo mismo que les ocurrirá a los demás: cuando se separan
de su cártel, se dan cuenta de que no tienen estructura suficiente para
mantener el flujo de cocaína ni laboratorio para transformarla, y por
eso expanden sus actividades criminales al tráfico con los migrantes",
explica Martínez por teléfono desde El Salvador. Las otras dos patas del
proyecto son el libro de fotografías En el camino (Blume) y un documental, María en tierrade nadie, realizados entre 2008 y 2009.
La industria de los secuestros funciona porque los Zetas tienen un control absoluto del territorio en
el que operan y por el que deben pasar los migrantes. ¿Cómo trabajan?
"Son hombres armados y con camionetas, que rodean el tren y los
secuestran". La clave del negocio está en un pequeño papel con un número
de teléfono que los migrantes guardan con celo. "Es el número para, una
vez en la frontera con EEUU, poder llamar a sus familiares, que le
pagarán el coyote que los cruzará al otro lado", según Martínez.
Los
mismos secuestradores llaman a los familiares que viven en EEUU y piden
un rescate. "A los que pagan, los liberan; en un segundo cuarto meten a
los que no contestaron o están esperando el ingreso; y en el tercero, a
quien no tiene número ni nadie que responda por ellos", añade. La
Comisión para los Derechos Humanos mexicana recogió en un informe
publicado el año pasado 10.000 testimonios de inmigrantes secuestrados.
La
mayoría de los que entran en ese tercer cuarto, según el testimonio de
una secuestrada durante meses que logró escapar, acaban muertos. "Los
meten en un bidón y los queman", explica Martínez. "No hay cifras de
muertos. Ni siquiera existen repatriaciones de cadáveres.
El inmigrante que se muere se hace raíz del camino: son enterrados en
fosas comunes", añade. Los migrantes huyen de las bandas que los
atracan, violan o asesinan, y de las autoridades mexicanas, que cuando
no son corruptas, deben deportarlos a sus países de origen: unos 250.000
son detenidos cada año. El fiscal que abrió la investigación de
Tamaulipas fue asesinado a los pocos días.
Una escapatoria de 5.000 kilómetros
La arrocera
Entre
Tapachula y Arriaga, en el estado de Chiapas, Óscar Martínez recogió
testimonios de cientos de asaltos, decenas de palizas, asesinatos y
violaciones, casi siempre impunes.
Tenosique
En
este enclave, junto a la frontera guatemalteca, el dominio de Los Zetas
es absoluto. "En lugares así, muchos representantes del Estado son
también miembros del crimen organizado", explica el autor.
Tijuana
"Aquí
comenzó el muro". La valla que separa México de EEUU no ha dejado de
crecer desde 1997. Los migrantes siguen llegando. "Ahora caminan ocho
días más y tienen que compartir ruta con los narcos", según Martínez.
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