Una antología pionera muestra
la injusticia a la que fueron sometidas durante siglos las poetas concubinas
PEIO H. RIAÑO
MADRID 12/12/2010
Debajo de los hermosos peinados, colorido
maquillaje, de los cantos y melodías de los laúdes que ahogan llantos y
lamentaciones, de los vestidos de exquisitas sedas y preciosas joyas, lejos del
pabellón de los placeres infinitos, de la apasionada intensidad de acosadoras
concubinas en busca del goce del emperador, suena la voz quebrada de una
prostituta que escribe unos versos a su amado que le ha vuelto a abandonar.
"Para mis padres, pesa más / el dinero que su hija. / Y así, con el laúd
entre los brazos, / recorro sola mil y mil leguas. / Al claro de la luna, /
tras mi interpretación, / no cesan de aplaudirme. / No saben que no han
escuchado música, / sino los sollozos de mi alma rota".
Lu Huinu, poeta y prostituta china del siglo
XIV escribió este poema improvisado en una barca. Su historia es similar a la
de las cerca de 200 poetisas que fueron sometidas a la trata: nacidas o
crecidas en medio del aroma literario, pero maltratadas por el destino y
acosadas por la miseria, se resignan a prostituirse para sobrevivir, y cuando
las condiciones lo permiten, se liberan de esta condición humillante.
Pocos versos hay en la Antología de
poetas prostitutas chinas, seleccionada por Guojian Chen y publicada por la
editorial Visor, que encuentren en la alegría un motivo. Las lágrimas
empapan los poemas cargados de desgracias, discriminación, desprecio, desamor,
injusticia, miseria y resignación.
Estas 28 poetas acaban con el estereotipo
de las delicias de un palacio de retiro adornado con madera y jade,
candiles de barro, noches verduscas y el crepitar de la llama, que Occidente se
ha encargado de difundir, confundido por los ciegos aromas del exotismo. Lo
cierto es que China ha sido otra sociedad feudal más, terriblemente machista e
injusta, en la que la prostitución era un asunto de familia.
Este libro traza un recorrido de 14 siglos
(del V al XIX) de mujeres maltratadas, educadas para dar placer sexual e
intelectual a los funcionarios y viajeros que se desplazaban por negocios en
trayectos infinitos por un país interminable.
"Ya me marcho, dejando / el verde
follaje del wutong, / árbol de Soledad. / Antes yo no conocía / el dolor del
amor. / Ahora entiendo que ha sido mi ardiente pasión/ el motivo de todos mis
sufrimientos. / ¿Para qué buscarlos en otro sitio?", es uno de los 20
poemas que la poeta Liu Rushi (1618-1664) reúne bajo el título de Añorando a
mi amado, escritos cuando la autora fue expulsada de la casa en la que
convivía con Chen Zilon, su amante, después de que este salió de viaje a la
capital. Liu Rushi fue famosa por su erudición, sus bellos versos, caligrafías,
pinturas y rectitud. Nació en una familia muy pobre y fue vendida a un prostíbulo
a los 8 años. Se casó como concubina con Qian Qianyi, y al morir este ella se
suicidó, dejando más de 200 poemas.
Dolor y tinta
Las niñas hermosas y
listas eran seleccionadas para recibir una educación fundada en poesía,
canto y baile a fin de hacer de ellas un producto irresistible para la
clase más solvente y refinada de China. Les enseñaron a purgar su dolor con
tinta. Todas ellas tienen sus mangas rojas perfumadas, delante de las puertas
de sus casas hay espléndidos sauces y los cucos cantan sin cesar. "Entre
espléndidas flores de color variado / arrasados los ojos de lágrimas, te
despido". Todas están encerradas en lo recóndito de su alcoba, bordando
sus trajes de danza e ignorando como pueden su profunda tristeza.
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