ENRIC GONZÁLEZ - Jerusalén
Israel ocupa Cisjordania desde hace 43 años. Ha habido fases 
de gran violencia, como durante la segunda Intifada (2000-2005), y fases
 más o menos apacibles, como la actual. Los Acuerdos de Oslo, la 
autonomía de la Autoridad Palestina y la desaparición del terrorismo a 
gran escala han cimentado la idea de una ocupación benigna. No lo es. La
 ONG Breaking the Silence, fundada en 2004 por ex soldados israelíes 
deseosos de denunciar lo que ellos mismos habían hecho, ha recopilado 
testimonios anónimos de 101 ex soldados en un libro que constituye una 
radiografía de la ocupación.
"La versión oficial afirma que la actividad del Ejército en los territorios [ocupados] está fundamentalmente dirigida a garantizar la seguridad de los ciudadanos israelíes; los testimonios, en cambio, describen una actitud ofensiva que incluye expropiaciones de territorio, un control creciente sobre la población civil y el uso sistemático del miedo", se señala en la introducción del libro.
"La versión oficial afirma que la actividad del Ejército en los territorios [ocupados] está fundamentalmente dirigida a garantizar la seguridad de los ciudadanos israelíes; los testimonios, en cambio, describen una actitud ofensiva que incluye expropiaciones de territorio, un control creciente sobre la población civil y el uso sistemático del miedo", se señala en la introducción del libro.
"Nosotros cometimos algunas de las cosas que denunciamos", 
declara Yehuda Shaul, antiguo jefe de patrulla en Hebrón y fundador de 
Breaking the Silence. "Queremos que se sepa lo que ocurre al otro lado, 
romper la ignorancia voluntaria de la sociedad israelí. Habrá quien 
utilice nuestras denuncias para atacar a Israel, pero nuestro propósito 
consiste en reforzar los fundamentos morales de este país", añade.
La radiografía de la ocupación se refiere a aspectos militares y muestra cuatro ejes de actuación: Sikkul (prevención del terrorismo), Hafradah (separación), Mirkam hayyim (preservación del tejido social palestino) y Akhifat hok (aplicación de la ley). Esos ejes se suponían bienintencionados. Los testimonios revelan que se hace de ellos un uso perverso. 
La "prevención del terrorismo" se traduce, dice Breaking the 
Silence, "en que todos los palestinos, hombres y mujeres, son 
sospechosos y constituyen una amenaza; la intimidación reduce las 
posibilidades de que se enfrenten a las fuerzas de seguridad y, por 
tanto, previene el terrorismo".
Un ejemplo de "prevención", y hay decenas, es el aportado por
 un ex soldado de la Brigada Kfir, destinado a la zona de Nablus en 
2009. La inteligencia militar había dado orden de registrar 60 casas 
palestinas en un pueblo. "Fuimos casa por casa, a las dos de la 
madrugada, la gente estaba aterrorizada, había niñas que por el miedo se
 orinaban encima", dice el testimonio. Otras frases: "A los hombres de 
entre 16 y 29 años se les esposa y se vendan sus ojos". "Un soldado robó
 20 shekels [cuatro euros]". "Uno se quejó de que no había nada para 
robar, solo había podido llevarse rotuladores". "No encontramos armas y 
confiscamos cuchillos de cocina".
Otro aspecto de la "prevención" consiste en recordar a la 
población la presencia constante del Ejército. Un ex paracaidista, 
destinado en Nablus en 2003, recuerda que a las tres de la madrugada 
lanzaban granadas detonadoras: "Nos decían [los oficiales] que si había 
terroristas, el ruido les haría escapar. En realidad, el mensaje era que
 mientras hubiera terrorismo convertiríamos la vida de la población en 
un infierno". 
a "separación" se refiere, supuestamente, a israelíes y 
palestinos. Los testimonios reflejan que, además, se separa a unos 
palestinos de otros para facilitar el control militar y se separa a los 
palestinos de sus tierras para obligarlos a concentrarse en ciudades. 
Muchos de los campos forzosamente abandonados acaban en manos de 
colonos. Breaking the Silence asegura que la "separación" no está 
dirigida a una eventual retirada israelí, "sino al control y anexión de 
territorio".
Otra de las líneas de actuación, la teóricamente encaminada a
 preservar el tejido social palestino, ha acabado consistiendo en una 
intromisión constante. Para saber quién puede ser peligroso se practica 
el mapping, traducible como "cartografía". Lo describe un ex 
artillero destinado en Hebrón en 2003: "Entras en una casa y pides a 
todos el carné. Lo registras todo, vacías los armarios y te vas. Cuando 
ascendí a oficial comprendí para qué servía eso: recogemos información 
para los servicios de inteligencia, que así saben cómo es por dentro 
cada casa y quién vive en ella".
El último eje es la aplicación de la ley, distinta para los 
palestinos -sometidos a leyes otomanas o jordanas y, por encima de todo,
 a la justicia militar- y para los colonos, sometidos a la justicia 
ordinaria israelí. El Ejército carece de autoridad sobre los colonos. En
 una conversación con este corresponsal, un alto oficial del Ejército 
israelí comentó que algunos colonos le parecían "tan peligrosos como los
 terroristas árabes".
En el libro se recogen historias como la de un soldado 
destinado en Hebrón en 2008. Según el militar, a los colonos les gustaba
 pasear cada shabat por el mercado palestino. Los soldados tenían que 
"esterilizar" las calles (evacuarlas); de vez en cuando, un colono 
insultaba, escupía o daba un bofetón a un palestino, y la patrulla se 
llevaba al palestino para "evitar fricciones". "Era lo más degradante", 
comenta el soldado.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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