El fotógrafo francés Sacha Goldberg rinde
homenaje a las mujeres supervivientes del nazismo a través de
disparatadas instantáneas de su abuela
MANUEL CUÉLLAR - Madrid
Veinte años antes de que empezara la Segunda Guerra Mundial
en Budapest nació una niña a la que llamaron Frederika. Más tarde,
durante los peores años del nazismo, Frederika se convirtió en una
heroína. No estaba dispuesta a que sus amigos y conocidos que profesaban
la religión judía terminaran llevadas a un campo de concentración y
finalmente asesinados en la cámara de gas. Así que la joven Frederika se
dedicó durante años a esconderlos diariamente en diferentes recovecos
de su ciudad. Un trabajo ímprobo con el que se ganó el calificativo de
heroína.
Cuando en Hungría, su país natal, el régimen comunista hacía de las suyas, Frederika se vio obligada a largarse bajo pena de muerte si no lo hacía. Se convirtió en una exiliada y eligió Francia como lugar del que escapar por segunda vez de la barbarie. Con este currículo a sus espaldas Frederika, a sus 91 años de edad, no es de extrañar que antes o después pudiera entrar en una fase de depresión en su vida. Hace un par de años el nieto de Frederika, el fotógrafo francés Sacha Goldberg se dio cuenta de que la madre de su madre estaba apagada y apática, así que decidió tomar cartas en el asunto. Se sentó y se le ocurrió una idea genial.
Cuando en Hungría, su país natal, el régimen comunista hacía de las suyas, Frederika se vio obligada a largarse bajo pena de muerte si no lo hacía. Se convirtió en una exiliada y eligió Francia como lugar del que escapar por segunda vez de la barbarie. Con este currículo a sus espaldas Frederika, a sus 91 años de edad, no es de extrañar que antes o después pudiera entrar en una fase de depresión en su vida. Hace un par de años el nieto de Frederika, el fotógrafo francés Sacha Goldberg se dio cuenta de que la madre de su madre estaba apagada y apática, así que decidió tomar cartas en el asunto. Se sentó y se le ocurrió una idea genial.
Primero tenía que convencer a una anciana de que se dejara
montar en coches, aviones, estudios de fotografía... Frederika de
entrada dijo que no, pero poco a poco se fue animando y mostrando más
sentido del humor, coraje y atrevimiento. Era la forma de no sentirse
sola. Y se prestó a todo: ser fusilada por una lluvia de pelotas de
ténis, meterse en taxis, pasear perros, vestirse con un disfraz de
superabuela y hacer de las suyas.
El fotógrafo comenzó a enseñar las fotos que le hacía a su
abuela y pronto se dio cuenta de que aquello que tenía en las manos era
un homenaje artístico y lleno de humor a toda una generación de mujeres
que tuvieron que vivir una de las páginas más negras de la historia de
la humanidad.
Con las primeras fotografías, Goldberg, le montó una página de Myspace
a su abuela que, enseguida, se convirtió en un sitio viral. Más de
2.000 amigos en muy poco tiempo y amigos que, entre otras cosas, pedían
ser adoptados o que querían tener una abuela como ella en su familia.
El final de esta historia es un libro con las mejores
postales de esta superabuela que puede comprarse on line en la página
del fotógrafo y una exposición en París que durará hasta final de este mes.
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